Metáfora del AVE

En Europa hay una red eficiente de ferrocarril sin necesidad de poner un tren de alta velocidad a la puerta de cada ciudadano

Nadie podrá decir, desde luego, que los actos de celebración del aniversario de la Expo 92 no tienen un aire sevillano: poco dinero, mucha autocomplacencia y su buena dosis de nostalgia. Hasta los que no paraban de torpedear la muestra hasta casi el mismo día de la inauguración corren ahora a ponerse en la primera fila de la foto veinticinco años después tan contentos. Bienvenido sea, en todo caso, el público reconocimiento a quienes desde su distinta responsabilidad ayudaron a que el aquel ambicioso proyecto de estado llegara a buen puerto, aunque algunos desgraciadamente no vivan para contarlo.

Si la Expo merece ser recordada y celebrada es, por supuesto, por la transformación de las estructuras de la ciudad y las grandes obras que se llevaron a cabo, que sin duda supusieron un antes y un después en la conformación de la misma tal y como hoy la conocemos. También, por la imagen moderna, pujante, que proyectó al mundo, y sus celebrados espectáculos. Y como paradigma de esa modernidad, la implantación de la alta velocidad ferroviaria priorizando la línea Sevilla-Madrid por delante de Barcelona, un significativo guiño del presidente González a su tierra que hacía justicia ante las inversiones estatales que ya desde el siglo XIX siempre viajaban hacia el norte.

El AVE como eje vertebrador norte-sur que acerca las comunidades pobres a las ricas es un latiguillo repetido estos días, y hasta el presidente Rajoy ha prometido la próxima inauguración de la línea Sevilla-Málaga ante el aplauso general. Me van a permitir echar un poco de agua al vino de tanta euforia pero, estando ya comunicadas ambas ciudades por tren en tiempo razonable, no termino de entender a quién interesa de verdad tamaña inversión cuando existen tantas carencias que abordar. Al contrario que aquí, cualquiera que viaje un poco por Europa podrá conocer una red de ferrocarril ajustada y eficiente sin necesidad de poner un tren de alta velocidad a la puerta de cada ciudadano.

En el fondo, tanto AVE no deja de ser una buena metáfora de la realidad española durante todos estos años, tan dada a utilizar los generosos fondos europeos en la ejecución de obra pública con indudable impacto económico y social en el corto plazo en beneficio de las grandes constructoras y contratas, pero que descuida la verdadera apuesta por un sistema productivo robusto que garantice el crecimiento a futuro.

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