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Carmen Calleja

Ministros aficionados

HACE algún tiempo propuse desde estas líneas (junio 2010) una categorización de los nombramientos de ministros. Unos eran las personas singulares. No venían de las filas del partido político de quien les nombra sino del mundo de la cultura y servían para acreditar que no se es sectario y que se cuenta con la sociedad civil. La desventaja es que han de aprender dos cosas: lo propio del ramo que asumen y algo de política. Pues bien, el ministro Wert pertenece a esta categoría.

Viene esto a cuento del abandono por el Ministerio de Educación de los Campus de Excelencia Internacional (CEI). No es cuestión de criticar un cambio de política, legítimo, aunque signifique también apartarse de una muy consolidada tendencia europea en este ámbito. La idea matriz de los CEI es la de sumar capacidades de diferentes universidades y centros de investigación, al tiempo que se asocia al tejido productivo en el logro de sus objetivos. Lo grave en este caso no es que el ministro Wert adopte "otra" política, sino que, en reunión con la Conferencia de Rectores y con la Conferencia Consejos Sociales de las Universidades de España, el Ministerio diga que "el programa está en stand by, en el aire, hasta que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, decida qué rumbo tomará la excelencia universitaria española. "Su futuro aún no está decidido" (El País de ayer).

Esto pasa cuando se recurre a estrellas, en este caso de la demoscopia: tienen que empezar por aprender y luego pensar qué hacen con lo que le han encomendado. ¿Hubiera sido peor poner de ministro de Educación a un diputado del PP? Tal vez hubiera hecho una reforma strongly agressive, como la laboral, en términos del ministro De Guindos. Pero no hubiera tenido que esperar a saber qué hacer.

Tenemos suerte en Andalucía: la Consejería de Empresa, Innovación y Ciencia ha cubierto esta duda del ministro y ha acordado con los rectores de la Universidades andaluzas un sistema para que los CEI andaluces no se queden sin recursos. 8,8 millones de euros; a un coste inferior al que el Ministerio ofreció en su día, por cierto.

A veces criticamos a los políticos y vemos como algo refrescante que se recurra a independientes, a ser posible ilustres. Sin embargo, los asuntos públicos son complejos de gestionar. Se necesita gente preparada en lo que vaya a dirigir. Y un ministro no puede ser un verso suelto: ha de aplicar una política que se inserte con armonía en un programa político. Y finalmente, en sectores como educación o asuntos exteriores, que no son materias donde improvisar, deben conocer bien la trayectoria institucional para no dar bandazos. Absténgase aficionados. La Universidad es algo demasiado serio como para no saber qué hacer con ellas.

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