Cambio de sentido

Mirar hacia otro lado

Ancho es el Estrecho: 49 inmigrantes acaban de perder allí la vida. No podemos mirar hacia otro lado

Como cada año en estas fechas, son muchas las personas que preparan con ilusión su viaje y se disponen a llegar a nuestras costas. Por fin, tras meses de mucho esfuerzo para juntar unos ahorros, niños y adultos preparan sus mochilas, las balsas de juguete, las gorras, los enseres para subir a la pequeña embarcación. Hay quienes, en los días previos, de los nervios, adelgazan. Algunas embarazadas, las más precavidas, preparan una canastilla con la primera postura del bebé, por si acaso. Ha llegado el momento. Emprenden el camino. Pronto llegarán -eso esperan- ya avistan a lo lejos las luces de la orilla. No son turistas. No son socios del club náutico. No son nosotros, currantes de lo nuestro que vamos en verano al piso playa a disfrutar como podamos de unas más que merecidas vacaciones. Son inmigrantes. Muertos de hambre y muertos en el agua. Vienen en pateras. Llegan aquí por no reventar allá. La semana pasada, a 49 de ellos se los tragó el mar de Alborán. Ya van 109 ahogados en lo que va de año. En las últimas dos décadas, 6.000 personas han perdido la vida en esta frontera al Sur de Europa. Ancho es el Estrecho.

"Y qué le voy a hacer si yo/ nací a este lado del Mediterráneo", parafraseo a Serrat. Me podrán decir: "¿Por qué vienes a afligirnos?, ¿acaso podemos nosotros hacer algo? Anda, mujer, no nos des el día, cambia de tema. Escribe de los Sanfermines, del Tour, del tiempo, de las alas lentas del verano. Tú ya sabes de memoria que a mi trabajo acudo, con mi dinero pago/ el traje que me cubre y la mansión que habito,/ el pan que me alimenta y el lecho donde yago. Queremos descansar de la debacle". Habrá incluso quien diga "vienen a quitarnos los puestos de trabajo", o "son ilegales, son la morralla, cieguen los mares, en su país se resuelvan". Y quien diga: "Entiéndelo; como tú, me siento impotente y culpable al mirar el mar y saber que, ante mis narices, tantas personas, muchas de ellas engañadas y estafadas, por venir se mueren".

Hay durante los meses de verano algo así como una dispensa, una especie de derecho a mirar hacia otro lado, a no querer saber lo atroz, lo injusto, lo inhumano. Sin embargo, no son pocos quienes, como usted -que ha llegado leyendo el artículo hasta aquí-, siempre llevan consigo las gafas y la conciencia. Por lo que pueda pasar. No estorban, ni pesan apenas. Señor Zoido, tras sus últimas declaraciones acerca de las organizaciones que trabajan con inmigrantes, recomendamos que las eche en la maleta.

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