La tribuna

José Joaquín Castellón

Modelos de familia y fe cristiana

VIVO en un barrio donde muchas mujeres trabajan como asistentas a domicilio y que cuando deciden tener un hijo dejan de trabajar durante unos meses para cuidar por entero a su bebé intentando no perder las casas en las que trabajaban y en las que, por lo general, están contentas. Son familias que necesitan los dos sueldos para vivir sin grandes lujos. Cuando trabajan son las abuelas las que cuidan a los niños. Muchas de ellas después de su trabajo y de su casa colaboran con la parroquia.

En la parroquia comparten la fe en Jesucristo matrimonios en los que la mujer dejó su trabajo cuando nacieron los niños, y otros en los que lo han mantenido por necesidad o por opción, con mujeres que tras muy pocos meses de matrimonio se dieron cuenta que aquel paso había sido una profunda equivocación. Algunas se han vuelto a casar, después de mucho pensarlo, y otras no. Muchas veces comparten el cúmulo de sufrimientos que se vive en una separación, y cómo los hijos sufren sin entender por qué lo que más necesitan se derrumba.

La mayor parte de los hombres mayores colabora poco en casa, pero aun en los más jóvenes el horizonte es el de colaborar con la mujer, no el de asumir en igualdad las tareas de la casa.

Algunas de las familias han tenido muchos hijos, la mayoría un par de ellos, a lo sumo tres. Las hay que cuidan de forma admirable a sus abuelos enfermos y que disfrutan de su presencia hasta la hora de su muerte, otras que por muy diversas razones los tienen que llevar a residencias asistidas… Hay jóvenes que comienzan a convivir con pensamientos y planes de casarse por la Iglesia, y otros que conviven con sus padres hasta el día de la boda (sin que este dato sea determinante en la madurez de su amor).

Podría seguir bastante más líneas dibujando diversos perfiles de las familias que me encuentro en el barrio y en la parroquia. Es decir, que hablar de modelo de familia cristiana en singular es poco realista: hay muchas formas de vivir la fe desde la vocación familiar. La mayor parte de las veces no por opción libre, sino por imposición de las circunstancias.

-¿No hay, entonces, un modelo de familia cristiana que la defina y la conforme de manera clara y distinta?

-No.

-¿Entonces no hay en el mensaje de Jesucristo luz que ilumine tantas incertidumbres como vivimos en nuestras familias?

-Eso es otra cuestión. Claro que hay criterios cristianos para vivir la familia: el amor, la solidaridad, la atención al más débil, vivir abiertos a la vida, el cultivo del sentido de la trascendencia y la fe, educar en libertad y creatividad de entrega, etcétera. Reconozco que son palabras excesivamente grandes, pero que se concretan en actitudes y comportamientos cotidianos y concretos.

Hay, incluso, actitudes y comportamientos concretos que desdicen los dinamismos fundamentales de la familia cristiana. Me he encontrado con jóvenes que se casaron por la Iglesia sin encontrarse preparados para tener hijos (estamos hablando de veintimuchos años). Claro está, el matrimonio no superó los problemas de la convivencia en cuanto uno de ellos planteó en serio la necesidad de crear una familia. He casado, asimismo, a una chavala cristiana con un muchacho musulmán: la condición -no religiosa o creyente, sino vital y existencial- de la novia era la renuncia explícita a la poligamia, que en la cultura del novio no se excluía. La vocación a vivir un amor fiel y fecundo en la vida tiene concreciones ineludibles.

No se me ha dado el caso, pero parece que alguna vez se da, en el que se pretende que un niño, por voluntad expresa y directa, crezca sin padre o sin madre: madres voluntariamente solteras o uniones homosexuales. Yo soy huérfano de padre desde los 7 años. He sentido la privación real y directa que significa crecer y vivir sin uno de los progenitores. Y no creo que haya derecho a decidir por un niño que va a crecer privado de una de las experiencias fundamentales y más importantes de la vida: tener madre y tener padre.

No sé si seré un cura demasiado de un lado o de otro. No lo sé. Pero la realidad familiar en la que la humanidad se desarrolla, porque Dios ha querido que nazcamos indigentes de todo, tiene unos dinamismos a respetar y vivir en una realidad que se transforma a lo largo de la historia. Si no queremos hacer un daño irremediable a los niños, no podemos ni olvidar los dinamismos fundamentales de la familia ni que ésta es una realidad que va cambiando históricamente.

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