Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Muffins contra magdalenas

No sé si acertaré a describir lo que es un mojador. Me atrevo porque estoy leyendo, por una apuesta, Los pilares de la tierra de Ken Follet y he comprendido lo que era pasar hambre en la Alta Edad Media y el valor de un mendrugo de pan. Después de la guerra, en las casas no se tiraba nada de comida y, menos, el pan que se iba almacenando en la alacena en diversos estratos de dureza y antigüedad. En un estrato inferior, solo por encima del pan fósil, mi madre colocaba lo que ella llamaba mojadores; un pan todavía susceptible de reblandecerse con la leche. Después llamó mojador a todo lo que se dejaba meter en una taza, absorbiendo el café, la leche o el chocolate. Cuando alguno de mis nueve hermanos leyó En busca del tiempo perdido, supimos que también en la dulce Francia las magdalenas eran muy apreciadas, hasta el punto de estar en el origen de la novela de Proust. Los mojadores, como la buena poesía popular, vivían en sus variantes, y mi hermano Juan llamó también mojador a un polvorón sumergido en manzanilla, mezcla que muy bien hubiera podido sustituir al mortero en la fabricación de las catedrales. Solía comprarle a mi madre, por Navidad, una docena de excelentes magdalenas de las Comendadoras, a las que ella siempre llamó mojadores. Los conventos de monjas, y la mujer de Pepe Castilla, el practicante de La Rambla, han conservado hasta ahora la receta de las magdalenas de toda la vida. Pero el turismo, nuestra industria nacional, y la plétora de monjas foráneas están acabando con este último vestigio de un pasado muelle y autóctono, en lo que a los dulces se refiere. Las magdalenas de algún convento de monjas no son lo que eran. Sí, dulce y melodiosa la voz de la madre que, agazapada detrás del torno, me saluda: "Ave María Purísima", y me hace llegar luego, a través de este artilugio, una bolsa de magdalenas sin personalidad ni coherencia. Las ciudad se ha llenado de tiendas que ofrecen bombas calóricas de nombres extraños: Cup caques Red Velvet, muffins de arándanos, cheescake de Oreo. Las monjas han sido vencidas por franquicias como Starbucks o Costa Cofee que venden un mojador industrial que es la leche, con caramelo salado. He oído quejarse a un cristiano de base de que esta Navidad llegará con el Niño Jesús excluido y con los mantecados en modo mince pie on.

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