Susana Díaz habla mucho de su fuerza y de lo que le gusta ganar. Pero nada dice de sus errores. De los internos, de las intrigas de palacio urdidas para represaliar la osadía de Eduardo Madina al pedir primarias en 2014. Todavía no se la ha oído pedir perdón por aquella apuesta en falso por un líder sin cultura de partido, según expresión maliciosa de Felipe González. El pretendido pelele nunca se habría sentado en el puesto de mando de Ferraz sin el empeño de Díaz. Esa maniobra, como diría Juanma Moreno, no fue propia de una mujer de Estado. Ahora ella intenta arreglar el desaguisado concurriendo a las primarias, con un amplio apoyo de la nomenclatura actual y pasada del PSOE. Todos decepcionados con Pedro Sánchez, aquel muchacho bien parecido y desenvuelto, apadrinado por San Vicente hace tres años, que su madrina querría ver pronto fuera del partido.

A los políticos les cuesta pedir perdón. Otro presidente regional que está en el alambre es el de Murcia, cuya popularidad se debe al incumplimiento de su promesa, firmada con Ciudadanos, de que dimitiría si era imputado. Pues ahí anda Pedro Antonio Sánchez (PP) agarrado al sillón y a la doctrina marxista más juguetona: a la parte contratante, de la parte contratante, de la segunda parte del acuerdo con C's. Su rectificación es que ahora cambia imputación por apertura de juicio oral.

A Pablo Iglesias le ha pasado algo parecido con la misa dominical. Pidió que se suprimiese la retransmisión por TVE y disparó la audiencia. Y dando un perfecto ejemplo de obstinación juvenil, en vez de rectificar, ha publicado un artículo en 20 minutos afirmando que si fuese oficiada por el Papa incluso la vería y tomaría notas. Él considera muy guay al Papa Francisco: porque estuvo en contra de los planes de austeridad en el sur de Europa, y de la autonomía absoluta de los mercados o la especulación financiera. Y a favor del ecologismo político, y apoyó a los palestinos, desafiando a Estados Unidos e Israel. Total, que el eterno adolescente malcriado se la envaina en el asunto de la misa en TVE, pero no rectifica.

Y su admirado y aconsejado Maduro en Venezuela también ha tenido que retroceder en el autogolpe, sin rectificar. Aunque hay periódicos como El Nacional que sostienen que la sentencia totalitaria del Tribunal Supremo estuvo dirigida por el ala extremista del régimen: el expresidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el vicepresidente Tareck El Aissami. El Supremo venezolano corrige su sentencia pero no la anula. Mientras aquí, en España, todos los partidos critican la medida… menos Podemos. Su portavoz considera que aquella es una situación compleja y se abstiene de censurarla. Igualito que el secretario de Estado norteamericano de Reagan en 1981, Alexander Haig, que cuando el golpe de Milans y Tejero dijo aquello de que era un asunto interno español. Ese es el nivel.

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