Tinta con limón

josé L. Malo /

Niño Fabrice

NATURALIDAD: suerte esporádica en el mundo del fútbol, cuya burbuja escupe egos clónicos cuyos valores apenas hacen acto de presencia. De vez en cuando alguien rompe el molde, y hay que saber cuidarlo.

Cuando trabajas en torno al fútbol y conoces su trastienda, cada vez entiendes menos a esas personas a las que una derrota les genera berrinches casi imperecederos o lágrimas inconsolables. Ves a mitómanos con ídolos de barro incapaces de valorar lo que tienen hasta que la bancarrota o la retirada llaman a la puerta. El fútbol está cada vez más teledirigido, por eso especímenes como Fabrice Olinga son una brisa de aire fresca.

Escribo sobre el camerunés porque me conmovió como nadie antes lo había hecho su salida del hospital para ir a ver a Perquis, al que accidentalmente le procuró una fractura doble de mandíbula. Sus lágrimas delataron de manera muy fidedigna el niño que es. El mismo que conocí en una entrevista en la que a través de sus risotadas y su comunicación no verbal comprobé su especial condición y su bendita bisoñez. Se derrumbó al ver el estado del polaco y rompió a llorar puerilmente. Ya en cuanto impactó con la cabeza del defensa se le vio deambular en torno a la zona como esos pequeños que han hecho una trastada sin querer y no saben dónde meterse. Pasó una noche horrible, sin dormir, dándole vueltas a la cabeza, porque va en su condición, no puede evitar ser así.

Menos mal que al día siguiente, en el entrenamiento, sus compañeros de vestuario le dieron el cariño que necesitaba. En el campo me fijé en que ninguno se había acercado a darle una palmada, a decirle "tranquilo, ha sido un accidente, tú no has tenido culpa". Fabrice estaba asustado, será un episodio difícil de olvidar a pesar de que ya se va convenciendo de que él no fue culpable de nada, simplemente tuvo la mala suerte de participar en un acto en el que hubo dos víctimas y ningún culpable.

Imagino que sus cercanos le habrán arropado como merece. Y convencido de que él disputó un balón de tantos, de que no sólo no hizo nada malo, sino que dio una tremenda lección al mundo del fútbol al ir al hospital a ver a Perquis y entrar en su habitación a darle su apoyo (al igual que el club en general) y no disimular ante las cámaras la sincera pena que sentía. Fabrice es un chico muy sensible al que le vino tremendamente mal debutar convirtiéndose en el goleador más precoz. En su debe está madurar para adaptarse al mundo del fútbol, que ladra más que consuela. Es una obligación del Málaga, jugadores, afición y prensa juzgarle por su rendimiento, pero también tratarle de la manera especial que él trata al mundo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios