EL Banco Central Europeo ha advertido que los precios de los alimentos seguirán subiendo a corto plazo. El aumento de los precios del petróleo y el alza de los cereales han producido una espiral inflacionista que preocupa a la autoridad monetaria, según la cual el repunte durará más tiempo del estimado en un primer momento. Los consumidores están notando en sus bolsillos las subidas de alimentos básicos, como el pan, la leche, los huevos y la carne, y todo ello hace que las fiestas navideñas se presenten bajo el signo de la austeridad obligatoria para los sectores sociales más modestos. En el caso español, además, la inflación interanual ha superado el 4 por ciento, un punto, por encima de la media registrada en la zona euro, lo que hace perder competitividad a la economía nacional, además de obligar a un gasto social importante por la revalorización automática de las pensiones, y a la actualización de los salarios pactados en numerosos convenios colectivos. El otro ámbito de preocupación se centra en la caída de la actividad en el sector de la construcción, que ya es un hecho y que podría traer consigo una importante reducción del empleo, teniendo en cuenta que ha sido, junto al sector servicios, el principal motor del crecimiento económico español, ciertamente espectacular en términos relativos, en los últimos años. Aparte de su significación económica y social, estos nubarrones se prestan a una lectura política evidente. Cuestionado en algunas de sus actuaciones fundamentales, como la política territorial y la lucha antiterrorista, el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha tenido como principal elemento de defensa de su gestión precisamente la bonanza económica que ahora se pone en cuestión. Y se pone en vísperas de elecciones. De todos es conocido el impacto que produce en los ciudadanos que se disponen a acudir a las urnas la situación de la economía y de su economía particular. La percepción que tienen muchas familias empieza a ser negativa, y todo indica que de ahora a marzo no va a mejorar. Este nuevo escenario añade un factor más de incertidumbre a las elecciones del 9 de marzo, que se presentan más reñidas de lo que el Gobierno pretendía hace meses.

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