Una despedida

Mariluz Reguero / Comision Ciudadana La Aduana Para Malaga

Obituario a Rafael Puertas Tricas

ESTABA vencida la tarde del primero de octubre cuando conocí la noticia del fallecimiento de Rafael Puertas Tricas. Inmediatamente, me dispuse, superando emoción y nervios, a llamar a los compañeros de la Comisión Ciudadana La Aduana para Málaga, los convocaba de nuevo, como tantas veces para reunirnos en las bodegas El Pimpi, como en aquellos lunes tan lejanos y cercanos de reivindicaciones y camaraderías en que acudíamos fieles a nuestras veladas de vino y rosas llenas de belleza y lucha.

Entre llamada y llamada, iban acudiendo a mi memoria tantas vivencias, tantos momentos, tantas risas y tantos disgustos, que compartimos los amigos y compañeros miembros de aquel singular y ejemplar colectivo.

De todos ellos, hubo uno que nunca faltó a su cita. Desde la primera, en la sala alta de las bodegas, en que decidimos unos cuantos que había que luchar por el Museo de Bellas Artes, a escasos días del cierre del Palacio de Buenavista para convertirse en el feliz proyecto del Museo Picasso Málaga. Ese que no falló nunca a la cita y que su puntualidad denotaba no ser de estas tierras, aunque las hubiera elegido como adoptivas, era Rafael.

Todos conocíamos a Rafael Puertas desde que llegara a la ciudad como joven director del Museo de Málaga y sus dos secciones, Bellas Artes y Arqueológico. Estudiaba yo en la Facultad de Letras de calle San Agustín cuando le vi por primera vez, era arqueólogo y tenía las cosas muy claras. Después supimos de sus profundos conocimientos en eremiterios y en cerámica de cuerda seca nazarí.

Pasó el tiempo por todos nosotros, pero él seguía prácticamente igual, siendo director de su museo, arqueólogo y teniendo las cosas muy claras.

Cuando de verdad conocí a Rafael fue en las continuadas reuniones de la Aduana para Málaga. Aquél serio y riguroso investigador, algo distante y muy discreto en lo concerniente a su vida personal, se nos descubrió tierno, amable, humorista y sobre todo valiente, casi temerario. Fue muy extraño que un director de un museo de su generación, de aquel cuerpo nacional de conservadores del estado por oposición, se comportara de esta manera tan eficazmente extravagante, se reuniera con unos contestatarios en un bar todos los lunes, firmara manifiestos y se tirara a la calle gritando con un megáfono, prestado por un sindicato, bronqueando a autoridades con su magnífica voz de cantor de jotas, reivindicando su ausente museo.

Rafael hacía eso y mucho mas, le daba el rigor necesario a aquel grupo, era nuestra luz y nuestra guía, era nuestro director sin pretenderlo.

¡Cuánto aprendimos de ti, Rafael!

Continué llamando esa tarde a los compañeros y compañeras de la Aduana para Málaga, Ramón Carlos, Ruiz Povedano, Manolo Morales, Paco Jurado, Luciano González, Paco Sánchez, Rosa, Carlos Márquez, Fali Martínez, Federico, Vicente Granados, Auxi Almagro, Paco Guti, Juanjo, David Japón, Jesús González, Paco Martín, Toñi Ropero, Diego Maldonado... Simultaneando el recuerdo de tantas cosas… compañeros del alma. Rafael acudió a todas las citas, pero faltará a una, la de la inauguración del Museo de Málaga en el Palacio de la Aduana...

Te quedarás sin compartir nuestra gran satisfacción… Qué pena.

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