TALES de Mileto asombró a sus paisanos con la predicción de un eclipse solar, cumplido fielmente el año 585 a. C. durante la olimpiada 48. La veracidad y exactitud de sus cálculos provocaron admiración. En algún lugar dos ejércitos combatían y pararon de darse estacazos por haberse hecho de noche. Hay quien le atribuye su tino a datos de los astrónomos de Babilonia, muy avezados en levantar el cuello y dibujar los movimientos de los cuerpos celestes de generación en generación. Modernamente llega a hablarse de un eclipse diferente al anunciado por el sabio griego, de un usurpador del suyo. Da igual, todos quedaron pasmados como pasmados estamos nosotros ante la ausencia continua de los eclipses cantados por varios grupos políticos y asociaciones después de darles muchas vueltas a la cabeza con el deseo de acertar con el sombreado de hechos a sobrevenir bien por la negociación con ETA, bien por la connivencia con la banda. Años enteros de observar el firmamento político, de sacar a las gentes a la calle ante el horror de las profecías y el cielo no les corresponde. Sigue más limpio que una patena. También es tener mala suerte: ocho o diez veces vociferándoles a las masas eso de cuidado con el sol, con las sombras, vendidos a los etarras, traicionados y no registrar los astrónomos sociales el más mínimo apagón es, ¡vamos!, como para caerse de culo. Apagándose es lo que está el callejeo a cuenta de las víctimas de los terroristas que, sin bebérselo ni comérselo, se han visto llevadas y traídas por aquí y por allí. Está desinflándolas el cabecilla de lengua ligera, llevado estos días ante los tribunales por injurias. Metida la pata hasta el fondo, existen dos posibilidades: sombrero en mano decir simplemente lo siento o meter también la otra pata y quedarse uno tieso dentro del barrizal. Y este segundo camino del lodo ha sido el elegido por el representante del dolor de quienes han tenido la desgracia de sufrir los descalabros terroristas. La regla esencial al hablar del terrorismo es decirles a sus autores asesinos sin más miramientos y si no, ahí están las sentencias judiciales de condena firme por asesinato. Esto tan de cajón no parece serlo para unos cuantos directivos de las víctimas. Estos tales (qué diferencia con el gran Tales) nada más verse juntos formando algarabía enrojecen gritando e insultando no a los asesinos, qué va, sino al gobierno elegido democráticamente y, en especial, al jefe. De locos, vamos. Locos y ciegos, porque en las más reciente de las correrías sus padrinos principales, los peperos más de moda, estaban distanciados varios metros de la pancarta señorial y, en política, un metro de distancia es un kilómetro, de igual modo que una ausencia viene a significar "hasta luego, cocodrilo". Y a la menguada movida última faltaron los dos patronos mayores del PP. La cara de los segundones, por cierto, era de sainete. Se les veía incómodos, con sonrisas forzadas. Las sopranos tampoco mostraban el desenfado habitual. Nadie miraba a las cámaras, casi hubieran dado algo por no salir. Su descolocamiento tenía mucho de orfandad ante las débiles excusas de asistencia de sus jefes. Los indicios apuntan a un mensaje de fácil descodificación al cabecilla de la asociación: cuídate, muchacho, y no te veas como a la vecinita de en frente, la de la lima y al limón, que no tiene quien la quiera.

Este pobre panorama sigue ocultándoles a las verdaderas víctimas y al pueblo español si todas las ayudas llegan, si el vacío doloroso no ha impedido la vida personal y familiar en los mismos términos y calidad anteriores a los atentados. Cuando un sujeto prefiere los insultos al trabajo riguroso, no hay duda, está tirándole piedras a su propio tejado. Los desajustes, los desafueros acaban en desplome general, en depresiones nerviosas necesitadas de kilos de pastillas. Tesón, fe y músculo dan esplendor a una asociación, pero dedicarse a patear a los gobiernos, de los que, además, suelen recibir jugosas subvenciones, es una acción olorosa, la nariz la registra enseguida y le manda la información al cerebro de ¡estercolero a la vista! De monserga en monserga ahora goza de las primicias "oiga, gobierno, suprímame por digitalina, sin pasar por la vía judicial, este par de partidos, no hace falta pruebas, lo digo yo", ¡ele, mi niño! Por mi parte he consultado los escritos de Tales y deduzco que de aquí a las elecciones generales de marzo habrá nuevos intentos de eclipses, de sombrear la vida pública. Las mentes erráticas no descansan y la ambición las fustiga, o la frustración, vaya usted a saber. Con la calculadora en mano los padrinos de los desaguisados callejeros habrán de hacer mil combinaciones de los votos a ganar o a perder si los siguen y en qué grado. Buenos dolores de cabeza les aguarda, porque levantados vientos, la tempestad no está sujeta al rigor de los estudios del insigne griego y, por libre y caótica, puede llevarse por delante cuentos, cuentas y tejados electorales. Cada uno con su pan se lo coma.

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