las dos orillas

José Joaquín León

PP para progres

COMO el Congreso del PP en Sevilla se sabía que era por unanimidad, a mayor gloria de Javier Arenas, había que buscarle un aliciente. Así surgió el debate que no se debatió sobre el humanismo cristiano, que para la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, debía ser sustituido por la definición "humanismo europeo". Siendo así que Cristo no era europeo, sino judío nacido en Belén, y siendo además el PP un partido que tiene orígenes en la llamada democracia cristiana (la misma ideología, por ejemplo, de la señora Merkel) esto resultaba un poco extraño. Pero no cabe duda de que este debate, que ni se debatió, le ha venido bien al PP y a Cristina Cifuentes. Al PP porque el progre ha visto que puede ser de los suyos. Y a Cristina Cifuentes porque sólo la conocían algunos en Madrid, y ahora es ya la lideresa progre del centro-derecha de izquierda.

Tampoco esto es una novedad. Hasta ahora, en el PP ese papel lo encarnaba Celia Villalobos. La diputada y ex alcaldesa malagueña siempre ha ido a su aire, votando según le parecía. Decían las malas lenguas que se le consentía todo porque es la señora esposa de Pedro Arriola, oráculo de Rajoy y estratega de grandes triunfos electorales. O sea, un fenómeno. Y así Celia puede decir, como dijo, que "José Bono es lo más fascista que he conocido en mi vida".

José Bono, como Paco Vázquez, siempre hizo en el PSOE lo que Celia y Cristina en el PP: son como los extremos que juegan a pie cambiado. A veces los entrenadores ponen a un zurdo por la derecha y a un diestro por la izquierda, porque así las roscas les salen mejor, aún a riesgo de que se trastabillen las piernas, porque el sitio natural está al revés. Pues eso le pasa a Bono, que va reverenciando a los obispos, vituperando a los catalanes, dando gritos de "¡Viva España!" y fomentando la hípica. La derecha está encantada con Pepe Bono y le hubiera votado con gusto, de no ser por Zapatero y ahora por Rubalcaba, que dan repelús.

El PP parece que ha aprendido esa táctica de ponerle una guindita al pastel de la mayoría absoluta. Y así ha salido esta señora Cifuentes, que no es nueva, sino que procede de la AP de Manuel Fraga, ese hombre al que algunos insultan ahora, después de muerto. Cristina Cifuentes, amén lo del humanismo europeo (por no decir cristiano, siendo ella agnóstica), también se califica como republicana aunque juancarlista, y está a favor del matrimonio entre homosexuales que su partido considera inconstitucional. Y además tiene piercing en la oreja y cinco tatuajes en según qué lugares.

Estos pintoresquismos le dan alegría y colorido a la política, tan aburrida. Y le vienen bien al PP, pues los progres de derecha del PSOE pueden votarlos sin sufrir ninguna crisis de identidad.

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