Desde el beso en los labios que Iglesias le brindó a Domenech ante la atónita mirada de los taquígrafos del Congreso, Podemos ha ido consumiendo de forma acelerada todos los registros posibles para llamar la atención y reforzar su concepción de la política espectáculo. El último y más contundente ha sido el anuncio-amenaza de la moción de censura. Resulta llamativo que este recurso parlamentario de indudable trascendencia se use sin posibilidades de éxito, sin señalar a la persona que de forma obligatoria tiene que proponerse para la presidencia del Gobierno y sin haberlo acordado antes con otras formaciones políticas.

Se puede argumentar que ya se usó esta figura parlamentaria en dos anteriores ocasiones y ninguna de ellas fue coronada por el éxito. Pero entre una y otras hay unas diferencias esenciales. La presentada en el año 80 por el PSOE buscaba consolidar la figura de Felipe González como serio aspirante al inquilinato de La Moncloa (y bien que lo consiguió), mientras que la presentada por Hernández Mancha en el año 87 buscaba afianzarse en el liderazgo de su propio partido, que ciertamente no llegó a conseguir. En ambas había un propuesta personal clara y no se trató de buscar a posteriori apoyos parlamentarios. Pero la motivación última de esta anunciada moción de censura no es tan fácil de encontrar y todas las interpretaciones conducen a un intento de intromisión en las revueltas aguas del PSOE, buscando divisiones y debilitamientos en este partido, que aparentemente es la obsesión del promotor de la propuesta. Pero no parece haber tenido mucho éxito, porque los tres candidatos a las primarias del partido socialista han coincidido en negar de forma categórica la posibilidad de unirse a esa operación. Lo curioso es que el PP, que en principio debería ser el principal afectado, parece quedar muy lejos, como si con él no fuera la cuestión. Es más, caso de llevarse a cabo esa censura será muy interesante ver qué actitud adopta el partido del Gobierno. Y para eso también hay antecedentes. Se verá si Mariano Rajoy trata de hacer frente con contundencia al dirigente podemita y lo aborda con toda la artillería parlamentaria que como gobierno tiene, como Suárez intentó hacer con Felipe González o, por el contrario, trata de cuidarlo, de no castigarlo en exceso, pensando que su debilitamiento no le conviene y que su mantenimiento le beneficia, tal como hizo el PSOE con su oponente. Será, por tanto, muy interesante y significativo ver que actitud adopta el PP en esta tesitura. Permanezcan atentos a la pantalla.

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