PIENSO, sin ser exagerado, que ha sido mi generación (1935) la que más cambios ha sufrido, gozado o soportado en su devenir de vida. Hemos llegado al indispensable extremo en el que rara vez necesitamos papel para escribir, pluma, lápiz, sobres, sellos de correos y un gran etcétera. ¡Todo viene sustituido por internet! A esto unimos que las multinacionales, las franquicias, las marcas y la subida de los alquileres están acabando con aquellas tiendas cuyas presencias eran parte de nuestro tran-tran de vida, indispensables -por cercanas- a nuestros trabajos, fascinantes por sus contenidos, me refiero a mis queridas papelerías. Fueron yéndose: Imperio, Helios, Ricardo Sánchez, la de las guapas de la calle Martínez, Cervantes, Distribuidora Malagueña, Denis, La Española y Morales hace unos días. Estas son las que recuerdo a golpe de emoción, sin pensarlo mucho. Sería importante hacer de ello una tesis, un relato, acaso un poema, una evocación, llenar sus ausencias con perfume de goma arábiga y lápices de colores...