El número del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid animando a los alumnos de los centros educativos a que aprendan a hacer abanicos de papel para paliar el calor en sus aulas ha dado de sí, como correspondía, con la consecuente chufla. Pero todo el mundo ha pasado por alto que la intención de Jesús Sánchez Martos, que así se llama el consejero, era principalmente pedagógica: el objetivo en realidad es que los alumnos de Primaria y Secundaria de los colegios e institutos madrileños se introduzcan en el maravilloso mundo del aprendizaje práctico. Así lo manifestó, de hecho, en unas declaraciones a la Cadena Ser, en las que se refirió a la manufacturación de abanicos de papel como "una terapia ocupacional muy importante". Es decir, ¿para qué van a aprender esos mequetrefes trigonometría, Historia de España o la diversidad de los géneros literarios? ¿Para que luego se saquen el carnet de nini y haya que pagarles 430 euros? Pues mejor que aprendan a buscarse la vida: si hace calor te fabricas un abanico, si tienes un hambre comes y si esa chica te gusta pues ya sabes lo que tienes que hacer. Todo encaja a la perfección en la convicción sostenida por el PP de que los estudios humanísticos sobran en la educación: a la mano de obra barata, de hecho, le viene bien aprender a soportar altas temperaturas, porque cuando luego haya que alzar un muro o vigilarle el coche al señor diputado igual no hay sombrillas. En su crítica esencial al liberalismo, María Zambrano advirtió ya en los años 30 que su mera aplicación acrítica aparta al hombre de lo que le es propio y lo aboca a la animalidad. Pues claro: adivinen qué hacen los chimpancés cuando tienen calor. Ellos sí que saben fabricarse abanicos sin que tenga que animarlos ningún consejero de tres al cuarto.

Pero no crean, aquí en Andalucía Susana Díaz ha dicho que la solución no pasa por instalar equipos de aire acondicionado en los centros. Eso sí, alternativas no ha ofrecido ninguna. ¿Entonces? Recientemente, a la dirección de un instituto del interior de la provincia de Málaga, en el que el pasado jueves el termómetro marcó 42 grados, se le ocurrió preguntar a la Consejería de Educación si lo del aire acondicionado era viable, fundamentalmente porque nadie puede soportar el calor. Y quien se encargó de responder debía ser monja o, por lo menos, catequista: no es posible porque los niños se resfrían. Ahí lo llevas. Mamá Junta vela por nosotros. Si el liberalismo a hierro es atroz, el que se hace pasar por caritativo es criminal. Pero luego vendrán los apóstoles del liberalismo marca Pisa a seguir quejándose de que la educación pública es un desastre. Alguien tendrá que tirar las cañas. Que no es fácil.

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