Paraíso nórdico

O muy tristes son los recuerdos infantiles del alcalde de Blanes o mucho odio le han imbuido las proclamas nacionalistas

De los recientes comentarios de Miquel Lupiáñez, alcalde del municipio catalán de Blanes, no deben sorprender sus exóticas y extravagantes comparaciones geográficas. Lo realmente preocupante es la naturalidad con la que expuso su ocurrencia, mostrando la seguridad del que lleva ya muchos años convencido de sus ideas. Posiblemente, en sus valoraciones étnicas no hubo ánimo de ofender a los restantes pueblos españoles: se limitaba a constatar los principios que le han inculcado en las tres o cuatro últimas décadas. Su testimonio debe coincidir con lo que también piensan millones de catalanes que han estado inmersos en una educación nacionalista y expuestos al adoctrinamiento diario de unos medios públicos convertidos en órganos monolíticos de propaganda. Produce su efecto emocional, repetida día tras día, la consigna de que Cataluña es un paraíso nórdico (como Dinamarca), y lo sería mucho más sin las trabas que le impone una España africana, atrasada y autoritaria.

Pero, además, los comentarios espontáneos de este alcalde merecen una mayor atención porque Miquel Lupiáñez procede de Andalucía y milita en el PSC. Su origen no tendría que obligarle a ninguna veneración especial hacia la región que abandonó para acomodarse en Cataluña a un trabajo mejor. Uno es de donde trabaja, proclamó Jordi Pujol captando cuánto podían beneficiarle aquellos "otros" catalanes obligados a emigrar. Y en efecto, de muchos inmigrantes e hijos de inmigrantes se ha surtido la dirección de los partidos secesionistas. A veces, incluso, aportando las voces más radicales, manifestándose así un fenómeno psicológico poco analizado pero que merecería serlo. Se comprende, pues, que Miquel Lupiáñez idealice la tierra que le brindó acogida, con un empleo posiblemente más cualificado que el que podía ofrecerle un pequeño pueblo granadino, pero ¿ese lógico reconocimiento hacia Cataluña, le exige equiparar despectivamente el resto de España con el mundo norteafricano? O muy tristes son los recuerdos infantiles del alcalde de Blanes o mucho odio le han imbuido las proclamas nacionalistas. Pero aún hay otra cuestión sorprendente, porque se trata de un alcalde socialista y, en principio, su ideario básico, universalista, debía empujarlo a establecer puentes entre ciudadanos del norte y del sur, a procurar igualarlos mediantes reformas (para que no tengan que volver a emigrar). Pero tristemente estas razones ya no tienen peso en un partido que ha perdido el norte buscando el paraíso entre banderas y nacionalidades inventadas, olvidando totalmente los ideales que condujeron a la fundación en 1864 de la Primera Internacional.

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