Dice el PSOE, y quienes he oído de Podemos también, que defender la prisión permanente revisable es querer la cadena perpetua. Craso error de confusión. Una táctica desesperada para parar desafectos más que una verdad defendible. Saben que la mayoría de países de Europa tienen en su código penal la prisión permanente revisable. Ese aval garantista viene confirmado por el TEDH.

En los años 90, el PSOE de Felipe, acorralado por la corrupción y los GAL, acusaba al PP de Aznar de querer acabar con las pensiones si gobernara. Insistían en su táctica del miedo, presentando a aquel PP como un peligroso dóberman.

Pero fue al contrario, y quien podría haber llevado el sistema a la quiebra fue un socialista llamado José Luis, cuyo principal mérito fue hacer al viento propietario de la tierra. Ahora cuenta nubes en su hamaca. Bueno, también ayuda a Nicolás Maduro de bolivarilandia a parecer un demócrata.

Que Ciudadanos y PP saquen diferencia suficiente hoy en las encuestas como para formar gobierno en comandita, obliga a las izquierdas a cantar la martingala de la perpetua, porque lo de revisable no les conviene. Y tanto a Podemos, querer (ahora sí) a los mayores que condenaba por votar al PP, como al PSOE que congeló las pensiones con el leonés de líder, a hacer de coche escoba de Podemos pero escondiendo la tijera de congelar poder adquisitivo y otros recortes a los pensionistas.

No conozco gobernantes democráticos que sean contrarios a subir las pensiones en campaña electoral. Pero sí sé quien dice una cosa en oposición y hace otra muy distinta cuando gobierna. 10 millones de pensionistas son muchos votantes como para desentenderse de sus proclamas. Aunque lo posible solo tiene un camino fuera de la demagogia facilona.

Las pensiones y la prisión permanente revisable son estrategias mal encaradas por los partidos de izquierda. Les falta credibilidad en lo primero, y suficientes razones tras las emociones vividas en lo segundo. Ni siquiera esperan a que se pronuncie el TC, al que acudieron en amparo con la PPR. Exprimen el estribillo de ferviente defensor de los derechos humanos para colar el laxo concepto penal que defienden. Buscan nuevos votantes, aunque para ello tengan que avergonzar a las víctimas recientes con portavoces bajunos en busca de su torpe minuto de gloria.

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