COMO te digo una cosa te digo la otra. Puesto que aquí rehuimos las adhesiones inquebrantables y las fobias irreductibles, igual defendemos a Pepe Blanco cuando le mete mano a los controladores incontrolados que lo criticamos cuando se inventa una conjura internacional contra España y contra Zapatero. Aunque sea un día después. Este libre albedrío molesta a los fanáticos de las dos trincheras, pero es lo que hay.

El ministro de Fomento se ha puesto conspiranoico. Cree que las dificultades de España ante el mundo financiero internacional no se deben a que encabecemos las estadísticas de paro en el grupo de los treinta países de la OCDE, que sigamos en recesión por séptimo trimestre consecutivo cuando otros ya han salido o que la deuda crezca a niveles todavía soportables -que serán agobiantes si el Gobierno continúa amagando sin dar en los resortes que reducirían el déficit público-, sino a una acción deliberada de los especuladores. Es notable descubrir a estas alturas que en el capitalismo se especula. ¡Menudo Mediterráneo!

La conjura antiespañola debe ser verdaderamente universal. Va de los expertos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional al Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman, amigo de los socialistas, pasando por el comisario Joaquín Almunia, algo más que amigo. Todos ellos han mostrado su alarma por el endeudamiento externo de España y aconsejado vivamente que se acometan sin tardanza las reformas pendientes en materia laboral, sistema de pensiones, control del gasto y adelgazamiento de la Administración.

Dentro del PSOE mismo hay conjurados. Son los dirigentes que te comentan en privado que así no se puede seguir, y también los que en público, nada menos que en la ejecutiva federal del lunes, pidieron a Zapatero firmeza y determinación para emprender dichas reformas, mejor explicación a la opinión pública y un Gobierno más sólido para afrontar el envite de la realidad. Precisamente en esta disidencia veo yo otra de las razones de la paranoia de Blanco. Se trata de provocar el cierre de filas apelando a la agresión exterior. Esto es tan viejo que ya lo usaba Franco, como recordaba ayer Carlos Colón.

Paranoia en la que no podía faltar la rama nacional del complot, protagonizada, naturalmente, por el PP, instigador en la sombra, o a plena luz del día, de "la campaña perfectamente definida para demonizar al presidente del Gobierno, simplemente porque algunos han llegado a la conclusión de que sólo pueden ganar las elecciones destruyéndole personalmente".

No se preocupe, Blanco. Si no rectifica pronto, el presidente del Gobierno se destruirá él solito. Conspirando contra sí mismo.

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