El Currinche

Iñigo Ybarra

Pequeños viajeros

ESTÁN los ecologistas y adláteres muy preocupados con un curioso insecto invasor que se va extendiendo por las tierras de España con más rapidez que la estulticia, que ya es ir lanzado. Se trata del mosquito tigre. Sí, se apellida como los langostinos, pero a diferencia de éstos que si te los comes suelen saber más o menos a marisco y te hacen creerte importante mientras dure la ración, aquéllos sólo saben a mosquitos, es decir, a nada, y quienes se entretengan en zamparlos -a no ser lagartijas o salamanquesas- tienen muchas papeletas para ser tachados de raritos.

Por lo visto estos diminutos tigres voladores dan unos picotazos de aquí te quiero ver, además de inocular a la desprevenida víctima extrañas y horripilantes enfermedades, entre las cuales el dengue es las más liviana y conocida. Otra de las infecciones que suele portar se denomina el virus del Nilo, que suena a alifafe romántico propio de poetas y soñadores. Pero la que da miedo de verdad entre las dolencias que semejante bicho regala a las primeras de cambio es, sin duda alguna, la chikunguña. ¿Qué será la chikunguña? El médico de cabecera le dice que tiene chikunguña y se muere allí mismo de infarto, o si es persona orgullosa y de recursos le responderá algo mosca: "Eso lo será usted y sus muertos tós".

Lo curioso del mosquito tigre es que tiene escasa autonomía de vuelo. Vuela para ir tirando y poco más. Pero el muy ladino es aficionado a los viajes largos, a lo que se dice conocer mundo de verdad y, como cualquier hijo de vecino, intenta hacerlos lo más cómodo y barato posible. La mayoría de ellos emprenden sus periplos en coches, acomodados en los neumáticos de repuesto y sitios así. Es un portento de la naturaleza viajando de gorra sin mover un ala. Luego nos quejamos de su presencia entre nosotros cuando realmente hemos sido quienes los trajimos de balde. Cosas del mundo globalizado; todos y todo en todas partes.

Si uno, Dios no lo permita, coge el dengue, el virus del Nilo o la chikunguña, es suceso atribuible a la mala suerte; riegos de la vida. Al nacer entramos directamente y sin control en la rueda de la fortuna, y ya se sabe cómo se las gasta. Pero si así y todo hay que culpar a alguien del mosquito tigre, y de camino de sus primos de las marismas, nada mejor que recurrir al viejo dicho: "¿Cómo se le pudo ocurrir al bueno de Noé meter una collera en el arca?".

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