El habitante

RICARDO / VERA

Planes, resiliencias y putivueltas

SI se pretende planificar lo que sea, nos venden que perdamos cualquier atisbo de esperanza: lo más común es que le den al planificador la del pulpo; la suya y la del pulpo. A saber: dosis de ilusión, más dosis de realismo y una pizca de crítica, propia o ajena, hacen - nos dirán- una combinación perniciosa para cualquier composición previa. Uno puede proponer, y hasta disponer, pero el mundo, redondete y cruelote, lo despachará hacia el suelo sin angustia y con premura. Cosas de la estadística.

Frente a la catástrofe, bien puede servir una actitud distinta. La resiliencia es una característica que, según he leído, es muy apreciada en la vida moderna. Se trata de la capacidad para recuperarse de los momentos complicados, como cuando se da al traste con lo que antes comentaba, y hasta señalan que es uno de los rasgos más cautivadores de los que puedan adornarnos. Todos conocemos personas a las que les afectan menos los problemas que a otras. En cambio, no me refiero a la indolencia sino a la actitud con que ponerse frente a la dificultad. Es, en suma, no dejar de hacer planes y que sean positivos aunque todo indique, que lo hará, que saldrán mal. Es optimismo, sin duda, y un vitalismo que sacude cualquier elemento negativo, pero es también saber enfrentar lo que no es bueno. Cuando todo señale que debes tirar la toalla, al agua hasta el fondo. Ciertamente arriesgado, claro, porque lo normal es contentarse con lo que hay, sin buscar nada más allá, y esperar a que el temporal amaine. Ésa sería otra catástrofe porque planear un "no plan", cuando tu plan es durillo de enraizar, no es más que "otro plan", que también sale mal: pescadilla que se muerde la cola. En conclusión, no hay más plan que uno: el plan a. La resiliencia soporta el fracaso porque no condiciona la actividad al éxito, aunque lo persiga. Si no sale, que no sale, sabe que no hay plan b. Ni falta que hace.

La alternativa es muy chunga. Es la putivuelta. Perder el tiempo saliendo por esas calles de la vida, dejándose mirar y esperando ser mirado, a ver qué se encuentra. El plan, hasta cuando no sale, que no sale, insisto, concreta, pero la putivuelta es tan dispersa como lo que pretende: no encontramos qué hacer y llenamos el vacío con la mera oportunidad de ocuparlo. Al menos, no fracasa ningún plan, aunque no haya acierto.

Hace años escuché a un profesor repetir que donde no hay beneficio, lo seguro es perjuicio. Ojalá anduviéramos listos para leer lo que venga. Planeando, por si sale; resilientes, por si no; sin putivueltas, por un poquito de dignidad. Mejor nos iría.

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