Populismo

El problema también está en que esos gritos, además, despierten a un populismo que permanecía aletargado

La gente está aprendiendo por sí misma a movilizarse, dado que poco pueden esperar de los profesionales de la política. De los tres partidos de mayor implantación nacional, uno pasa la mayor parte de su tiempo encapsulado y ausente, otro no consigue clarificar sus ideas y el tercero, en el que cabría depositar más ilusiones, se mantiene inédito en los asuntos generales de gobierno. Pero el problema no está sólo en que la gente se haya lanzado a la calle como forma de hacerse oír y contar sus miserias. Mujeres, pensionistas -y una larga lista que aguarda su momento- se han puesto a gritar porque no confían que sus demandas sean escuchadas por las vías políticas previstas. El problema también está en que esos gritos, además, despierten a un populismo que permanecía aletargado, pendiente del momento adecuado para resurgir. Sobre el papel y las funciones del populismo, en España se ha reflexionado poco, quizás porque se le ha identificado un tanto ingenua y exclusivamente con Podemos y con el exhibicionismo de Pablo Iglesias. En principio, la aparición de ese partido ha sido interpretada como consecuencia de una oportunista maniobra: canalizar el descontento que simbólicamente cobró cuerpo con los movimientos de los "indignados". Después, tras un llamativo despegue, el nuevo partido se confundió con los fuegos de artificio televisivos de su líder, las gesticulaciones en el Parlamento, las provocaciones y las frases hirientes al "enemigo". Así, se fue apagando aquella gran llamarada que se inició de forma un tanto espontánea en la Puerta del Sol. Podemos no supo reconducir aquella gran fuerza colectiva, quizás porque le ha faltado ese gran líder que, como aglutinante fundamental, el populismo, según sus teóricos, necesita. Pero del fracaso de Podemos no debe deducirse que la opción del populismo haya sido desterrada. Basta leer los libros (bien elaborados y sólidos, por otra parte) de Ernesto Laclau y de Loris Zanatta para darse cuenta de la envergadura de este movimiento y sus múltiples repercusiones mundiales. Pero de los planteamientos de estos maestros de Podemos hay algo que conviene destacar: el populismo sólo cobra cuerpo en situaciones y países con una "crisis orgánica" que permita, a los suyos, un desembarco que ahonde aún más la desestabilización. De esa lectura hay otra cuestión a retener: el separatismo catalán responde íntegramente, paso a paso, al itinerario aconsejado por el populismo para la toma del poder. En parte esto ayuda a explicar esa ciega entrega de Podemos al independentismo.

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