Entre mis muchas rarezas hay una insuperable y casi inconfesable: mi James Bond favorito es Timothy Dalton. Siempre me gustó su rollo con la violonchelista (Maryam d'Abo, que se parece a una novia que no tuve) en 007: Alta tensión, que es una entrega más bien mediocre. El peor (no contemos a Lazenby, que duró poco) es Daniel Craig, aunque sus películas son buenas. Pierce Brosnan es un Bond decente con películas malas, Roger Moore un Bond improbable con películas reguleras y Sean Connery un buen Bond con películas que siempre gusta ver. Y un buen y emblemático actor del que veo con enfermiza frecuencia El hombre que pudo reinar, para impugnarme los desvelos, burlar al duende de la noche y emocionarme como una tonadillera.

Hasta aquí lo que quería decir, pero como tengo que seguir rellenando hablaré del violonchelo, de las suites de Bach, de Pau Casals, yo qué sé, o de Bond y la violonchelista, que acaban en la noria del Prater con metáfora fálica, lo cual me lleva (la noria del Prater) a El tercer hombre y a la Eurocopa que ganó el España con gol de Fernando Torres. Cuando uno va al Prater recuerda que la vida es una película de guión abierto y que esa noria la trucó Bond cuando era Dalton y el encuentro entre Martins y Lime (Joseph Cotten y Orson Welles), que no estaba muerto, estaba en la parranda de la posguerra.

En Viena hay que ir al Belvedere, donde compré una postal de Elbarcode los locos de Oskar Laske y donde habitan bellas mozas de Reiter, Eybl y Renoir, con los oros de Klimt y los calambres de Schiele. Fue el año en que el España ganó su segunda Eurocopa, con Vicente del Bosque, pero yo echaba de menos al pedagógico Luis Aragonés, que lo mismo enseñaba a afrontar una final que a rascarse el culete. Dicen que vendrá un Bond negro después del áspero Craig pero la revolución es que el próximo Bond sea mujer y se parezca a la violonchelista. O a la Judith de Klimt, que nos mata o nos muere como quien toca una música sin licencia. Judith es una Bach de sangre entre la suite de la muerte y el vals del deseo.

Bond, Bach y Welles son perfectos, pero el tercer hombre es Luis Aragonés.

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