Predicar con el ejemplo

El debate sobre qué hacer con la manzana del Astoria y el Victoria va para siete años y alcanza cotas de plaga bíblica

Cuando el debate sobre qué hacer con la manzana de los antiguos cines Astoria y Victoria va para siete años, su altura alcanza cotas de plaga bíblica. Nada de que extrañarse. Hace años que un concejal me explicó que, cuando se muerde en carne, es fundamental no soltar cacho; y el edificio es un entrecot de veintiún millones de euros sumamente jugoso. Con este criterio, la oposición está dispuesta a no dejar de él ni los huesos y echarlo abajo de inmediato, devorando el último hierro de su estructura. No importa si de camino se llevan por delante la base del ordenamiento urbanístico municipal (muy tocada ya, por cierto, sin su inestimable colaboración); se trata de un daño colateral sin mayor importancia.

La semana pasada se aprobó una moción de Ciudadanos que exigía la demolición de la manzana de la discordia por motivos estéticos, de limpieza y seguridad. Podían haber exigido al Ayuntamiento que el inmueble pasara la Inspección Técnica de Edificios, ITE; como la tiene que pasar el resto de los edificios del municipio. Podían haberle exigido que, como consecuencia de ella, adecentara y solventara los problemas de seguridad que denuncian; como se le obliga al resto de los propietarios del municipio. Pero en lugar de ello y a sabiendas que la normativa vigente lo impide, volvieron a insistir en su demolición. La misma que se le impide al resto de los propietarios de edificios del centro histórico de Málaga.

Lo explicó perfectamente Maximum Shameless en su célebre manual: en la contienda política, no hay problema en quedarse ciego siempre que el adversario resulte tuerto. Siguiendo la vieja máxima periodística de que "la realidad no debe estropear una buena noticia", la oposición fabricó el titular de la semana: el PP se opone a la demolición del Astoria después de apoyarla hace un año. En la batalla, todos perdieron la fuerza moral necesaria para pedir a un ciudadano que pase la ITE y adecente un inmueble, que para él, no tiene otro destino que su reforma o venta en el momento en el que el mercado sea propicio. Perdieron la autoridad moral necesaria para exigir la preservación de nuestro deteriorado patrimonio arquitectónico. Aunque el argumento se sostenga menos que el propio edificio, cualquier afectado podrá invocar mañana el argumento de Málaga Ahora: "edificios en mejor situación se han demolido". Parece que ninguno pensó que a cumplir las normas se enseña con el ejemplo.

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