La ciudad y los días

carlos / colón

Prestigio intelectual de la perversión

ENTRE Salò o las 120 jornadas de Sodoma de Pasolini y Eyes Wide Shut de Kubrick -que casualmente son las últimas películas de ambos realizadores- se sitúa el juicio que está entreteniendo y divirtiendo a Francia (porque el tópico quiere que en la libertina Francia estos escándalos, más que escandalizar, entretengan y diviertan) con Strauss-Kahn, el ex director del Fondo Monetario Internacional que estuvo a punto de ser el candidato socialista a las elecciones presidenciales, como primera estrella. Aunque dada la relevancia de los restantes acusados el reparto carece de secundarios: empresarios, altos cargos de la Policía, directores de hoteles de lujo, abogados y hasta personajes que parecen sacados de una novela de Simenon, como el proxeneta Dominique Alderweireld, alias Dodo la Saumure.

El Victor Ziegler que interpretaba Sidney Pollack en la película de Kubrick, y las redes de organización de orgías para políticos y ricachones varios, no son una fantasía. Nada nuevo. Dinero, poder y orgías van unidas desde el Trimalción de Petronio ("El lujo, la molicie y la lujuria convirtieron a Roma en lupanar y centro de las orgías.... Hoy veo a las matronas y doncellas que pasean sus lúbricos ardores y a veinte amantes entregan su cuerpo") hasta Strauss-Kahn, pasando el Sade tan reivindicado por los surrealistas, la tribu de los Lacan o Bataille y lo que queda de la divina izquierda: mientras se instruía el proceso Strauss-Kahn, el museo parisino D'Orsay celebraba por todo lo alto el bicentenario de Sade como "un impulsor de que en el siglo XIX se mostrara lo que aún no podía decirse". No deja de ser una paradoja que mientras se celebra a Sade se juzgue a Strauss-Kahn por practicarlo.

Lo malo de estas cosas defendidas por algunos ilustres y muy progresistas intelectos es que generan un sufrimiento que siempre descansa sobre la explotación de los más débiles por los más poderosos. Desde el rico y hortera Trimalción hasta Strauss-Kahn, pasando por el marqués de Sade, el libertinaje alabado por estos talentosos progresistas es explotación sobre todo de mujeres y niños. En paralelo a este proceso se desmantelaba en España una red de pederastas llamada, mire usted por donde, el Club Elena de la Perversión. En fidelidad a Sade tenía entre sus objetivos a nietos o sobrinos de sus propias familias. Algunos juegos intelectuales desatan infiernos al hacerse realidad.

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