LA convocatoria de elecciones primarias para configurar las candidaturas de Podemos al Congreso de los Diputados ha hecho saltar en pedazos la cohesión del partido emergente de la izquierda radical. Aunque la crisis alberga un trasfondo de lucha por el poder, propio de las vísperas de unas elecciones generales, conviene analizar las causas concretas de esta división que cristaliza precisamente ahora. Con el aval estatutario del Consejo Ciudadano Estatal, que él mismo controla, y haciendo uso de su liderazgo indiscutible en la formación podemista, Pablo Iglesias ha dictado unas normas regulatorias de las primarias que coartan la democracia interna de la que presume y anula los cauces de participación de la militancia en la designación de sus aspirantes a parlamentarios. Por un lado, con el pretexto de la inminencia de la convocatoria de elecciones generales, ha precipitado el proceso de primarias, acortando los plazos de sus distintos pasos, lo que objetivamente es un obstáculo para que puedan organizarse y difundirse candidaturas discrepantes de la que él se dispone a encabezar. Por otro, ha impuesto la circunscripción nacional única, de modo que cada lista que dispute las primarias está obligada a presentar 350 nombres, exactamente el número de diputados a elegir. Todos los afiliados y simpatizantes censados en Podemos deberán votar a esos 350 precandidatos, que luego serán repartidos según les interese en las candidaturas ofertadas a los ciudadanos en cada provincia. La consecuencia directa de este sistema es que los militantes de una provincia concreta no elegirán a quienes vayan a concurrir a los comicios en dicha circunscripción, dejándose al criterio de los aspirantes y, obviamente, de la dirección del partido, que lidera el propio Iglesias, la decisión de dónde concurrirán y en qué orden. Esta estratagema es la que ha provocado la protesta de un sector cualificado de Podemos. Más de setecientos diputados autonómicos, eurodiputados, concejales y cargos orgánicos rechazan el proceso de primarias tal y como ha sido convocado y recogen firmas para que un referéndum entre las bases diga la última palabra al respecto. Lo que exigen estos dirigentes de Podemos, entre ellos la coordinadora andaluza, Teresa Rodríguez, es que se frene el proceso y se organicen unas elecciones primarias dignas de este nombre, es decir, con listas abiertas, plena participación de los militantes y ausencia de dirigismo por parte de Pablo Iglesias y el reducido núcleo directivo que parece decidido a ejercer un férreo control sobre el partido. Nada distinto al funcionamiento tradicional de los partidos de la denostada casta contra la que se fundó Podemos.

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