Res Pública

José Antonio Montilla

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Primarias decisivas

Un partido unido en torno a sus líderes puede intentar convencer a la sociedad de que su proyecto es el mejor

El comité federal del PSOE convocó ayer las primarias para elegir al Secretario General. Nos esperan semanas apasionantes porque estas primarias serán decisivas para el futuro de la socialdemocracia española. Ya lo eran desde que Pedro Sánchez anunció que se presentaba para intentar recuperar el poder tras ser derrotado en el bochornoso comité federal del pasado 1 de octubre. Pero aún lo son más tras presentar Susana Díaz su candidatura. Y no tanto por el hecho de anunciar lo que era un secreto a voces, sino por la forma en que lo hizo.

Allí estaban reunidos para apoyarla prácticamente todos los líderes del pasado y el presente del PSOE. Este es el único partido español con historia y tiene motivos para estar orgulloso de ella: nunca avanzó tanto España en derechos sociales (educación, sanidad, asistencia social) como durante los primeros gobiernos de González y nunca fue tan innovadora en derechos civiles como durante la primera legislatura de Zapatero. Si a ellos se le unen personas de la altura política de Guerra o Rubalcaba, es claro que componen el "consejo de ancianos" que querría tener cualquier candidato. Pero no era sólo el pasado; también estaban allí buena parte de los líderes de un partido que ostenta la Presidencia en 7 Comunidades y en la Federación Española de Municipios y Provincias. Todos los presidentes socialistas que podían ir acudieron, salvo Francina Armengol, que apoya a Patxi López, y a la que la candidata dedicó, hábilmente, referencias elogiosas.

Puede entenderse bien el mensaje interno de un triunfo en las primarias de Susana Díaz: cierre de cualquier herida del pasado y refuerzo de los liderazgos territoriales del presente para abordar, desde esa unidad, un difícil e incierto futuro. Pero, en su envés, es claro también el significado de una derrota, especialmente si el ganador es Pedro Sánchez. Más allá de rebelarse el partido contra su pasado, abriría una crisis en el presente de muchos territorios. Es lógico que los vencedores quieran aprovechar el éxito para hacerse con el poder, intentando derrotar a los líderes actuales. Los efectos de la crisis y división interna de un partido en las distintas Comunidades, especialmente en las que gobierna, son fácilmente predecibles. En esta tesitura, no hay que ser un devoto susanista para entender lo que más conviene al PSOE. Un partido unido en torno a sus líderes puede intentar convencer a la sociedad de que su proyecto es el mejor para el futuro de España; un partido hecho jirones sólo puede intentar impedir que otros se repartan sus despojos.

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