La anunciada tormenta ha pasado y los temidos vientos huracanados no llegaron a causar los destrozos que casi todo el mundo preveía. Y es que en política los augurios tienen serias dificultades de cumplirse. Si se atendía a las previsiones que desde casi todos los medios de comunicación se hacían, parecía inevitable que después de las elecciones primarias del PSOE el partido quedaría arrasado por la furia del enfrentamiento y, el que más y el que menos, vaticinaba el rompimiento, el cisma y la fractura irreparable. Nada de eso a ocurrido; no se ha consumado ninguna escisión ni nadie ha emigrado a otro partido ni, salvo deserciones pintorescas, ha habido una huida masiva de militantes. Todo parece haber ocurrido contra las profecías de los expertos que pontificaban tragedias y males sin cuento. Es curioso que después de tanto pronóstico fallido, de tanta previsión errada y de tanto anuncio incumplido, la mayoría de los adivinadores aún no hayan tenido tiempo para reconocer sus errores y para volverse más cautos a la hora de dedicarse a la predicción política. Y es que a veces confundir los deseos con la realidad no conduce a una previsión acertada.

Aunque los riesgos de tragedia parecen haber desaparecido del panorama socialista, lo cierto es que aún es pronto para calibrar todos los efectos que la disputa interna de las elecciones primarias han provocado. El hecho incuestionable es que el PSOE se encuentra ante una nueva tesitura en la que posiblemente los viejos remedios de coser, integrar y remendar no parece que sean la solución más efectiva. Enterrar el enfrentamiento no significa olvidar las diferencias ni la clara victoria en las primarias puede interpretarse como la desaparición de criterios diferentes. El reto al que militantes y dirigentes se enfrentan en esta nueva etapa es a aprender a convivir dentro del mismo partido pensamientos y criterios diferentes sin que eso tenga que significar necesariamente enfrentamientos permanentes. Para los que perdieron en la contienda interna lo inmediato será aceptar los resultados y, sin silenciar las discrepancias, prestar colaboración y lealtad a la nueva dirección, sabiendo aceptar el papel de minoría. La responsabilidad de quienes consiguieron el apoyo mayoritario de la militancia estará en aplicar el difícil ejercicio de la tolerancia en el fondo y en la forma. El congreso de la próxima semana será un perfecto momento para medirlo. Aunque esto también es un pronóstico y de los pronósticos políticos ya se sabe; normalmente yerran.

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