Pública escuela

Alejar la pública del concepto de centros que "te tocan" contribuiría mucho a su imagen

A la enseñanza pública no hace falta defenderla contra la privada. Eso transmite la sensación de que necesita un primo de Zumosol. Tiene grandes valores objetivos. Resultan imbatibles la formación de los profesores, los medios para tratar a los alumnos con dificultades de aprendizaje o la amplitud de optativas e itinerarios educativos.

La privada y la concertada sí se muestran más flexibles para adaptarse a los diferentes tipos de educación que pueden (en legítimo ejercicio de sus derechos) preferir los padres. La pública, al ser para todos, tiene más difícil la adecuación a los intereses particulares, aunque yo no me rendiría tampoco en eso. ¿Por qué algunos institutos o colegios públicos no ensayan modelos educativos con personalidad propia o, incluso, excéntrica; y que los padres, con libertad, los escojan o no? Alejar la pública del concepto de centros que "te tocan" y de un modelo educativo "por defecto" contribuiría mucho a su imagen positiva.

Dentro de una oferta educativa pública versátil, yo ensayaría una innovación pedagógica vintage. Un colegio público que fuese una public school, que hasta el nombre de los viejos y prestigiosos colegios ingleses nos viene de perlas: con uniformes con corbatas, deportes más allá del fútbol, tutores individualizados, contacto con la naturaleza, mucha lectura, teatro, latín, tradiciones, libertad máxima de escoger materias y un nivel de exigencia no sólo intelectual ni social, sino, sobre todo, humano. Se trataría de una búsqueda de la excelencia integral. Si el Estado subvenciona centros de alto rendimiento deportivo, ¿no podría un centro de alta aspiración humanística? Chesterton se quejaba de que la democracia se entendiese como que el duque de Norfolk tiene que ser como todos y no que todos puedan ser como el duque de Norfolk. A mí, chestertónico perdido, no se me ocurre mejor iniciativa pedagógica que proponer el elitismo a quien lo quiera.

Hay precedentes. La Institución Libre de Enseñanza lo intentó, a su modo; y los grandes colegios de los jesuitas, en su tiempo.

Sería absolutamente voluntario para alumnos, familias y profesores que se sintiesen interpelados por ese reto y tan gratis como la escuela pública, pues la pública escuela seguiría siéndolo. De ser político, lo intentaría. Claro que al paso que voy no llegaré a más que a concejal de una isla moreana llamada Utopía o de una quijotesca llamada Barataria.

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