En la política los cambios suelen generar nerviosismo. Y, si ese cambio es producir un relevo de un alcalde que ha estado en ese cargo cerca de 18 años, el recelo es aún mayor. En esa tesitura está el PP de Málaga, que ha iniciado la cuenta atrás con evidente desconcierto. Llevan más de un año deshojando la margarita sobre si el alcalde quiere o no abandonar ese escenario político. En un principio todo pareció muy fácil. Francisco de la Torre, después de tantos años como primer edil y con una edad que supera con mucho la de la jubilación habitual, parecía encaminarse a su último mandato y aceptar de buen grado el relevo que su partido le propusiera. La noticia/súplica que su propia esposa produjera en la COPE daba por hecho que, esta vez sí, el alcalde se disponía a dejar su cometido finalizado el mandato. Pero con De la Torre las cosas casi nunca son tan simples y lineales. Fue evidente que la aceptación del papel de pato cojo que desde el primer momento la estructura provincial del partido trató de adjudicarle no fue de su agrado ni le gustaron los precipitados movimientos de su teórico sucesor, al que le faltó tiempo para ir ocupando un puesto en la política local de forma exagerada. Con su magistral habilidad de abrir interrogantes, mostrar indecisiones, fabricar dudas y pronunciar frases enigmáticas, el alcalde consiguió que lo que parecía claro dejara de serlo y lo que se creía como definitivo apareciese como poco probable o, al menos, dudoso. Y es en este ambiente donde se mueve como pez en el agua.

Para colmo, el panorama nacional que auguran al Partido Popular momentos electorales difíciles con el fortalecimiento de Ciudadanos introducen mayores niveles de incertidumbre; y es esta circunstancia la que puede ser el elemento definitivo de la decisión. El PP no puede arriesgar más de lo inevitable en su más importante Alcaldía de España y, se mire por donde se mire, el actual regidor es una baza electoral más firme que la de su pretendido sucesor y eso lo sabe la dirección nacional, que en este caso es la que decide. Es más, el confiado e impaciente sucesor, el señor Bendodo, ya no habla con tanta seguridad e incluso admite que no le importaría repetir en la Diputación, cosa a la que hasta hace unos pocos meses se negaba con firmeza. Todo un dato. O sea, que al día de hoy parece que la continuidad es la apuesta más probable, aunque de tan profundo y nervioso desconcierto puede salir cualquier cosa. Destacado sugerido: El PP lleva más de un año deshojando la interminable margarita sobre la sucesión del alcalde.

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