SON días de proliferación de carteles anunciadores y conmemorativos sobre todo de Semana Santa. Uno de ellos me llama la atención por su factura y eslogan. Viene representado Jesús Nazareno, que sostiene un cáliz con su mano izquierda ante la mirada de seis posiblemente apóstoles que le rodean, en una imagen que intuyo de la Última Cena. Solo, en la parte superior reza un contundente texto: Rey de reyes. La historia, cada día, nos abre un capítulo nuevo que aclara o anula el anterior con la turbación que ello nos produce. Reyes míticos en la Historia, a mi parecer, encontramos muy pocos; el resto, es un gran elenco de monarcas sanguinarios, déspotas, crueles, dictatoriales y algún que otro discapacitado. Por anunciar su reinado, nuestro Jesús de Nazaret fue flagelado, coronado de espinas, para terminar luciendo en su cruz un INRI de denuncia y mofa. Considerar hoy rey a este Dios-hombre con el generalizado desprestigio de las monarquías y sus soberanos me parece reductivo e inapropiado al testimonio vital de Jesucristo (sin querer ofender a nadie).