La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Ricas, listas... y acosadas

Lo grave del caso Weinstein es que no hablamos de nuestras abuelas, sin recursos ni formación en un entorno rural...

Las citaba en la habitación de un hotel para negociar un papel, discutir el guión de la próxima película o planear la campaña a los Oscar. Allí las recibía en toalla, las invitaba a darle un masaje y les metía mano. Más de veinte actrices han desvelado abusos en apenas una semana, trece han denunciado agresiones y tres aseguran que llegaron a ser violadas. Al menos ocho recurrieron a los tribunales pero terminaron claudicando y firmando acuerdos extrajudiciales en los que el exitoso productor de Hollywood abría la chequera y compraba su silencio. Eran jóvenes y tenían toda una carrera que construir. Estaban avergonzadas. No había testigos y sería la palabra de un productor de éxito contra el de una vulnerable desconocida.

Es el caso Weinstein. No es ninguna continuación de Spotlight pero podría: el trabajo del Boston Globe lo está haciendo TheNew York Times, las víctimas son mujeres en lugar de menores y la institución que se tambalea no es la Iglesia sino la poderosa industria del cine. Hasta el expresidente Obama se ha desmarcado de su amigo Harvey Weinstein, uno de los principales donantes del Partido Demócrata, para apoyar a las mujeres que han caído en la espiral de acoso y humillación. Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Mira Sorvino, Asia Argento… Ellas son algunas de las que callaron. Penélope Cruz, Meryl Streep, Kate Winslet, Cate Blanchett, Colin Firth, George Clooney… Ellas (y ellos) son algunos de los famosos que están contribuyendo a enterrar la carrera del "depredador sexual".

La cascada de repudio contra el productor de El discurso del Rey es ahora imparable pero detrás se acumulan hasta dos décadas de abuso de poder. Unos dicen que "entre bambalinas sin que nadie lo supiera"; otros aseguran que las historias "se oían por todos lados" y que "es inadmisible querer barrerlo ahora debajo de la alfombra". Para justificar la pasividad y la normalidad con que se sigue consintiendo una de las trampas de dominación de la sociedad patriarcal: que para hacer carrera hay que acostarse con el jefe.

Nunca estamos a salvo del machismo ni de los clichés que lo sostienen. Lo alarmante del caso Weinstein es que no hablamos de nuestras abuelas, de un absorbente entorno rural y de falta de preparación y de recursos sino de jóvenes independientes, formadas y con dinero en una de las ciudades más abiertas y cosmopolitas en los años 90. Ni la posición ni los estudios ni el entorno son un antídoto infalible: tampoco una excusa o justificación. El machismo, aun el más invisible y sofisticado, sigue siendo machismo.

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