Ronda, madre de Franco

Cabe preguntar si el Consistorio rondeño de la democracia está legitimado para deshacer lo que hizo otro, el de la dictadura

Franco ya no es un hijo de Ronda, aunque siga siendo el padre putativo de los niños de la guerra. La Asociación Memoria Histórica Ronda ha luchado para que el Ayuntamiento se desvinculara de tal premio, lo que resuelve un problema pero plantea otro: si el Ayuntamiento de hoy sigue siendo el que lo apadrinó.

Tras renegar de la paternidad va el desbautizo del callejero. Hay una operación nacional para desmontar la escenografía: estatuas ecuestres que se van descabalgando y bustillos poco a poco mutilados. Nadie sabe qué hacer con el Valle de los caídos, después de todo solo se ofendería quien vaya a verlo. Sin discusión es impresionante; y feo como pegarle al padre. El mantenimiento debe de salir caro, basta imaginarse lo que costará limpiar los altillos. Quizá convertirlo en adosados resultaría rentable pero se construyó sobre los muertos y puede acabar como la película "Poltergeist". Lo que costará extirpar es lo más evanescente, la nomenclatura urbana. En Málaga nadie recuerda que la plaza de la Constitución ha tenido otras denominaciones siniestras; con lo del Carlos Haya parece que remedio no haya. Llamarlo Blas Infante no cuaja -como nosotros cuestionamos la moral de Franco, a la próxima generación le intrigarán los méritos de ese señor- y lo de Hospital regional, entre Clínico, Universitario, Materno, etc., es tan estéril como un quirófano. También pasa con la estación María Zambrano: hubo que resignarse a acoplarle la coletilla "Málaga" porque, fuera de la consejería de Cultura y algún seminario feminista, pocos viajeros por España saben quién fue o dónde nació.

Sin embargo, hay que preguntarse si el ayuntamiento rondeño de la democracia está legitimado para deshacer lo que hizo otro ayuntamiento, el rondeño de la dictadura; si no sería mucho más digno y consecuente desistir del repudio, mantenerlo como los cascotes del Muro de la vergüenza se mantienen en Berlín. Un aviso para los plenos de que ir por ahí reconociendo paternidades es imprudente (mira el del Mississippi), que una distinción no se pone y se quita con alborozo. Varias universidades han hecho el ridículo, que es una tradición universitaria, asestando los "Honoris causa" a gente dudosa, cuya única virtud indiscutible era no haber pasado por la universidad. En cuanto a mí, me conformaría con que, llegado el caso, pudiera matar al padre; el día que me concedan un título pediré un tique-regalo.

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