Ruleta rusa

La insurrección catalana es la primera en toda la historia en la que la comunidad que se quiere separar es la más rica

Vayamos al grano: la independencia catalana sería un negocio ruinoso para todo el mundo. Para cada español, la independencia -si llegara a producirse- significaría perder 200 euros por cada mil que tenga en el banco (ese es el porcentaje del PIB catalán). Para cada catalán, significaría ponerse fuera de la Unión Europea y del euro, es decir, que sus ahorros se depreciarían en un porcentaje que nadie sabe. Y a pesar de todo esto, los soberanistas se han pasado años diciendo todo lo contrario: que no habría fuga de empresas, que no habría salida del euro, incluso han contado la fábula de que el Barça podría seguir jugando en la Liga española. Y lo más asombroso es que nos hemos tomado el procés con absoluta frivolidad. ¿Cuántos periodistas y humoristas han validado los argumentos de los soberanistas sin presentar ni una sola objeción? ¿Cuánta gente se ha tragado el victimismo lloriqueante de una movilización popular que en el fondo no era más que una portentosa demostración de odio? Porque hay que repetirlo todas las veces que haga falta: la insurrección separatista catalana es la primera en toda la historia de la humanidad en la que la comunidad que se quiere separar es mucho más rica que el país del que se separa. Y es la primera en la que los oprimidos cuentan con Parlamento propio, Policía propia, radio y televisión propia y enseñanza propia. Y dinero, muchísimo dinero. Todo eso es más que evidente, pero nuestra izquierda bobalicona aún no se ha dado cuenta de nada.

Llevamos un mes jugando a la ruleta rusa. Si el uno de octubre hubiera habido un muerto en Barcelona, ahora mismo podríamos estar viviendo un enfrentamiento a gran escala como el que se vivió en Yugoslavia en 1991. Cegados por la prosperidad y la seguridad en la que vivimos -un fenómeno insólito en la mayor parte del planeta-, creemos que los hechos, por graves que sean, nunca van a tener consecuencias. Creemos que nunca nos vamos a caer aunque estemos columpiándonos al borde del precipicio. Hemos perdido memoria, hemos perdido el contacto con la médula de la vida, que es azar y riesgo y aprendizaje constante de la experiencia y cautela y miedo y otra vez vuelta a empezar. Hasta los niños saben que se van a quemar con una llama. Pero nosotros ya lo hemos olvidado. Y todo indica que vamos a seguir jugando a la ruleta rusa. Desdichado país el nuestro.

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