Postdata

Rafael Padilla

Rumbo desconocido

LA felicitación casi unánime que está recibiendo el PP por el "nuevo rumbo" que, dicen, ha emprendido en su congreso de Valencia no deja de causarme perplejidad. Y no porque no me agrade que los partidos políticos remocen sus ideas y principios, sino, sobre todo, porque, tras tanta ponencia corregida y tantos cadáveres abandonados, sinceramente soy incapaz de determinar qué ideas y qué principios populares sobreviven y cuáles han terminado en le limbo pragmático del olvido.

Acierta Cristina Losada cuando, en Libertad Digital, resume la esencia del cambio en una frase del discurso de Rajoy: "No quiero que nadie -afirmó don Mariano- vote al PSOE para que no gane el PP". De lo que en realidad se trata, pues, es de hacer lo posible, y hasta lo imposible, para demostrar que el PP -las certeras palabras son también de Losada- "no es tan malo, antipático, de derechas, radical, centralista, católico, poco dialogante y crispador como lo pintan".

Sabemos que el PP aspira al centro, sea éste lo que sea, y que se propone dialogar mucho y llegar a muchos consensos. Pero desconocemos sobre qué y para qué. Nos informan que debe producirse un acercamiento a los nacionalistas. Pero ignoramos qué precio, en cuanto al deterioro de la unidad de España, de la soberanía y de la igualdad entre todos lo españoles, se está dispuesto a pagar. Nos juran que el aznarismo ha muerto. Pero no hay un alma caritativa que nos explique en qué se concreta el marianismo recién parido.

Comprendo que en esta coyuntura utilitarista y superficial priman las formas, el marketing político y la habilidad para no importunar la siesta de la mayoría. Pero, antiguo que es uno, todavía pienso que toda formación política tiene que ofrecer un proyecto claro, sólido, creíble, creído y coherente. Justamente ése que, palabrita, no encuentro en las actas neblinosas de la catarsis valenciana.

Falta, creo, consistencia ideológica, entre otras razones porque en lo único en lo que los populares parecen estar resueltamente de acuerdo es en querer ganar las elecciones. Se olvidan -es el modo más triste, y estúpido de conceder la victoria final al adversario- de que el poder es siempre un instrumento, un medio para aplicar las soluciones que se sienten mejores para el bien común. Nunca desde luego (extravío que se suponía hasta hoy monopolio de otros) un fin en sí mismo, un azar venido de estrategias electorales, imágenes dulcificadas, consignas cómodas y simpatías forzosas.

En esas condiciones, me reservo naturalmente mi parabién. Al menos hasta que averigüe qué España es la que el PP desea tan vehementemente gobernar y hacia dónde apunta el norte de ese desconocido rumbo que, para mi sorpresa, a tantos alegra, entusiasma y encandila.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios