La esquina

josé / aguilar

Sánchez exhibe su autoridad

EL problema del zapatazo de Pedro Sánchez fulminando a Tomás Gómez es que se le nota demasiado que su principal objetivo ha sido consolidar un liderazgo que está cuarteado y en discusión. Ahora bien, una autoridad que necesita exhibirse revela claramente su propia fragilidad.

El objeto de la exhibición de fuerza del secretario general del PSOE está bien y mal elegido a la vez. Bien elegido porque ningún golpe de autoridad tendría más eco y repercusión que el propinado al PSOE de Madrid, la federación más conflictiva e ingobernable de las que integran el socialismo español. Mal elegido porque se ha cargado a un candidato que fue elegido en primarias -no se llegó a votar porque fue el único que reunió los avales exigidos: como Susana Díaz- y que ya había derrotado a dos secretarios generales (Zapatero y Rubalcaba) cuando intentaron quitarlo de en medio. Una presa fácil no es.

Las razones oficialmente pretextadas para la defenestración de Gómez no se sostienen. ¿Su implicación en presuntos casos de corrupción de Parla y operación Púnica? Hay investigaciones fiscales y policiales al respecto, pero Tomás Gómez no ha sido citado ni como imputado ni como testigo. Cabe preguntarse qué tendría que hacer Sánchez si aplicase el mismo rasero a organizaciones territoriales del PSOE con cientos de imputados en sus filas. El aparcamiento preventivo de Gómez, por si acaso le salpica algún escándalo, supone un exceso. ¿Deterioro de la imagen del partido y falta de estabilidad orgánica? Lo mismo se podría decir de otros candidatos-líderes socialistas sin que la ejecutiva federal haya intervenido manu militari sus agrupaciones. Incluso la búsqueda y hallazgo de un candidato más sólido tiene algo de autoengaño: no ofrece ninguna garantía de que el PSOE no perderá las elecciones madrileñas. La trayectoria socialista de los últimos está trufada de "grandes esperanzas blancas", independientes y prestigiosas, que acabaron estrellándose en las urnas.

No hay más remedio que explicar la operación de Sánchez -con su encuesta-exprés y todo- en clave puramente interna. Un golpe de mano contra el que cree el eslabón más débil del conglomerado de sus adversarios y el aviso de que no va a abdicar del liderazgo legítimo que le dieron los militantes ni va a renunciar a presentarse a las primarias para candidato a La Moncloa. Lo malo es que tenga que hacer ostentación de autoridad para demostrarla.

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