Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Sansón

A Banderas los mediocres no le perdonan el éxito y que desde tan lejos siga siendo tan cercano de sus cosas

Victor Mature nació el 29 de enero de 1913 en Louisville, Kentucky, y murió el 4 de agosto de 1999 en Rancho de Santa Fe, California. Trabajó con directores de la talla de John Ford, Joseph von Strenberg, Delmer Davies, Michael Curtiz o Richard Fleischer. Pasó a la posteridad por interpretar a personajes como Sinuhé el Egipcio o Sansón convirtiéndose en un referente imprescindible de las películas bíblicas. En una entrevista que Fernando Trueba le hizo a Billy Wilder, su Dios particular cuando recogió el Oscar por Belle Epoque, le contó que hubo un tiempo en el que pertenecer a la industria de Hollywood era perder la reputación. Y que a Victor Mature le negaron por eso mismo su ingreso en un exclusivo club de golf. El actor volvió a su casa, recogió todas las feroces críticas contra sus interpretaciones y las aportó como prueba para que le dejaran entrar. Si los críticos decían que no valía para el cine, ahí estaban sus credenciales para poder jugar al golf.

Antonio Banderas siempre me recordó a Victor Mature: un hermano mayor, un epígono. Cuantas más dudas me merecía como actor, más me convencía como ser humano, lo cual no deja de ser un silogismo en bárbara porque todo lo que consiguió como intérprete se lo debe a sus cualidades personales, contrapunto de la ciencia infusa o de la nefasta teoría de la inspiración.

Cuando su amigo Pedro Almodóvar se vio envuelto en los papeles de un paraíso fiscal en un exótico archipiélago, a Banderas lo nombraron Hijo Predilecto de Andalucía, premio que amortizó con el recuerdo de sus vivencias del 4 de diciembre de 1977. Ahora que el cineasta manchego preside el festival de Cannes, el actor al que catapultó tiene que salir a manotazos del lodo de una controversia urbanística y mediática.

Hay un tipo de mediocre que se cree un cazafantasmas cuando la emprende contra alguien que representa el éxito, la fama, la popularidad, el dinero legítimamente conseguido a base de mucho esfuerzo, tanto como el de irse a una industria ignota en la que se hablaba un idioma que desconocía. No le perdonan eso a Banderas, y tampoco que en su caso la distancia no haya sido el olvido, porque cuanto más lejos estaba más cerca se sentía de las tradiciones de su tierra, sean la Semana Santa de la que fue pregonero o el equipo de fútbol de su ciudad. Y con eso Dalila no podía y cogió las tijeras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios