Singladuras

alfredo Asensi

Saza, el cómico

DE cuando a los actores se les llamaba cómicos ya queda casi nadie, borrados por el escobazo doble y consecutivo del olvido y la muerte. Y a veces, terriblemente como en Saza, por la propia desmemoria. Saza, antiestrella, cómico de décadas en la escala más fecunda y entrañable del cine español, la de los actores/cómicos de forja teatral que desde su pasarela improbable, su mundo de caminos y tortilla, su talento y su intuición, su latitud de obreros de la interpretación dejan una larga lección de arte y dignidad, especialmente memorables, Saza, en su convergencia con los grandes géneros autóctonos, la picaresca, el esperpento y esa variante o acuñación hispana del surrealismo que tan bien ha trabajado Cuerda. Saza era el amigo feo, inquietante y cariñoso de papá, el cuñado de todos, el tío lejano que sale siempre igual en las fotos, el hombre acumulado de tiempo y normalidad en una grandeza sin épica y sin pelo, secreta y cautiva de errores, colonia fácil y anonimato. Saza era el galán evaporado en la calle de nosotros, en la esquina del barrio, en la periferia de la fama, al fondo de la barra, el pícaro natural, persistente y bueno de las Españas, y con él las mejores líneas de Cuerda, de Berlanga y Azcona alcanzan su más alto estatuto:

-Así que usted políticamente no está comprometido...

-Apolítico. Total. De derechas. Como mi padre.

Saza en la percusión ancestral del cómico, en su hora grande y leve, dejando una mítica de porteros automáticos, asociado inopinadamente a Faulkner en el imaginario más delirante y luminoso del cine patrio. Canivell en su asombro, su esfuerzo y su vida trepa y adúltera mientras el marqués de Leguineche se muere del disgusto por lo de su colección:

-Que venga el servicio que estas cosas le gustan mucho.

En su voz, en su mirada, en su cabeza, en su alma de cómico estaba la España soleada, cutre, rijosa, eterna y fascinante del chanchullo, el piropo a la moza, la desolación del día, la penúltima caña y el recibo del gas; Saza en la luz triste del cómico, en la ecología del hombre básico con su alopecia, su derrota y su traje barato. Involuntario y tenaz amigo, sí, eran pelos de coño.

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