el prisma

Javier / Gómez /

Siempre pierden los mismos

PESE al largo centenar de salas de cine que hay en Málaga, no pierdan el tiempo buscando en la cartelera la estremecedora, terrorífica y necesaria Inside Job, la película documental que los críticos del New York Times han definido como una lección magistral de economía y a la vez un sermón de una fortaleza moral que haría temblar cualquier púlpito. No la encontrarán entre la invasión de Torrentes. Y sin embargo es probable que este sea uno de los lugares donde debiera ser obligatorio su visionado. Inside Job es una obra maestra del periodismo, un proceso contra la mayor estafa de la historia: la burbuja inmobiliaria y financiera que ha hecho muchísimo más ricos a unos pocos y pobres a millones de personas. A través de decenas de entrevistas, de imágenes de Islandia, Wall Street, de urbanizaciones vacías, de desahucios, de los nuevos guetos de parados y tiendas de campaña que recuerdan a Las uvas de la ira, Charles Ferguson nos presenta a los principales responsables del fraude. Pocos se escapan de la condena. Los directivos de los bancos de inversión, los analistas de riesgo de Moody's, Standard&Poor's y Fitch que dieron su bendición a los fondos basura subprime y entidades que luego estallaron, los catedráticos de universidades como Harvard o Berkeley que no tenían empacho en defender, previo cobro de buenas minutas, la desregulación de productos financieros que llevaron al abismo. Tampoco se escapan políticos como Clinton, Bush y Obama, sí Obama, que no sólo no cumplieron con su obligación de prevenir la catástrofe sino que mantuvieron y mantienen en altos cargos de la administración estadounidense a algunos de sus causantes y beneficiarios. Todos siguen impunes y todos multimillonarios.

La conclusión del documental deja al espectador sumido en un estado de estupor, rabia, frustración y rebeldía. Y con la certeza de que los poderes públicos suelen ponerse del lado de los poderosos y contra los débiles.

La Costa del Sol quedó terriblemente dañada por la burbuja inmobiliaria y la corrupción moral alimentada por la ambición desmedida de la última década. Y aquí también pierden los mismos. La Audiencia provincial acaba de absolver a Ávila Rojas, un empresario de amplio currículum delictivo, imputado en la operación Malaya, por vender y cobrar a dos familias unas viviendas que nunca llegó a construir en Marbella. Un fallo tan sorprendente como indignante. No hace mucho ocurrió igual con Aifos, otra empresa con múltiples procesos abiertos. Algún día quizás alguien se atreva a filmar en Málaga un documental sobre la justicia, los promotores y sus víctimas.

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