Letra pequeña

Javier Navas

Soler y los salerosos

POLÍTICOS y partidos hacen lo indecible por un minutejo en la radio o un titular en prensa. Alfonso Guerra era un maestro definiendo al adversario con una "puñalá" seca y Antonio Romero se hizo famoso a base de tonterías cuyo éxito nunca entendí. En cualquier caso, la víctima tenía que encajarlas con deportividad, sonriendo a ser posible, y responder con el tono propio de la ocasión. Nada de pegar un tiro ni enredarse en maldiciones ni de apedrear con suspiros en unas declaraciones. Pero hoy se llevan el suspiro y el tiro, la pedrada y la maldición. Aún más cuando uno puede escandalizarse no en nombre propio sino en el de un grupo de población sensible: una comunidad étnica o sexual o una autonomía. Cosas demasiado serias para jugar con ellas, aunque se pueden utilizar para estupideces si se hace con solemnidad.

Juan Soler es portavoz adjunto del PP en la Asamblea de Madrid y ha utilizado su ingeniosa vocecita para decir que la socialista Trinidad Jiménez no es lo bastante madrileña y su dejo vale más para presentarse a elecciones en Dos Hermanas o Vélez-Málaga. Chorradas así se escuchan a diario nada más sintonizar las noticias, muchas todavía más grandes y con menos gracia. Pero ésta ha embestido contra el mapa: los andaluces y tal. No hace tanto que se burlaron del acento de Magdalena Álvarez y se lió buena. No aprenden, los tíos. Los chistes racistas cuestan un cargo, los machistas te chafan la carrera, la Iglesia tolera cañonazos pero no tiritos y la alusión maliciosa al campanario del pueblo sólo sirve para que el sacristán se crezca y se erija en héroe de la dignidad local.

Los socialistas malagueños no reaccionan con más humor que Soler: chillan, se suben a la silla y se recogen las faldas. El secretario Heredia espera (dice esperar) que Arenas y Bendodo también se escandalicen, pues se ha insultado a millones de andaluces, a la tierra, aunque las lechugas siguen creciendo tan frescas. María Gámez, que procura saltar cada vez que puede, a ver si de aquí a las elecciones alguien la reconoce, percibe "connotaciones machistas" en estos pildorazos, pues no puede ser "casual" que una vez se usara con la señora Álvarez y luego con la señora Jiménez. Gámez no ve que la cuota lleva incluido tragarse el 50% de las guasas.

Hace poco Javier Marías denunciaba que en España se ha perdido el sentido del humor. Citaba artículos de treinta años atrás, barbaridades que provocaban sonrisas y no soponcios, frente al miedo de hoy a hacer un chiste. Los políticos ya no ríen, y al que ríe se lo cobran. Quien ríe el último no ríe mejor, porque después vendrá un esfuerzo vano por explicar la broma. Que es la forma más rápida de quitarle toda la gracia.

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