Calle larios

Pablo Bujalance

Sólo el Papa

DECíA Cormac McCarthy aquello de No es país para viejos, y tenía razón. Todo, o casi todo, parece estar en contra de la edad en este tiempo. Considero que hay algo significativamente positivo en contar años, pero la ensimismada cultura de lo guay que nos ha tocado parece no verlo por ninguna parte. Da la sensación de que la madurez constituye motivo de sanción. Véase la esfera pública: los actores de Hollywood, que pese a quien le pese siguen siendo referentes, hacen lo imposible por aparentar 30 cuando ya han cumplido 50, y las actrices ni siquiera tienen que esforzarse: para ellas no hay papeles. Los relevos son cada vez más rápidos. Las viejas glorias de la canción y el arte sólo tienen cabida en el panorama si se refriegan en la autoparodia o si salen de la mano de niñatos que afirman con orgullo ser sus mayores admiradores. En la política, si la experiencia era antes sinónimo de garantía, al menos dentro de la lógica capitalista más próxima al cinismo, ahora que se gobierna con mucha ideología (¿dije ideología?) y ninguna gestión los portavoces son casi todos gente muy joven, y no sé ustedes, pero yo me sentaría a escuchar a Leire Pajín o a Soraya Sáenz de Santamaría dentro de veinte años, porque a lo mejor entonces sí tienen algo que decir. Hasta a Francisco De la Torre la edad comienza a jugarle en contra: la oposición municipal cree que sus años son muchos para seguir en el puesto, y ya que las encuestas apuntan su reválida a algún clavo tienen que agarrarse. Sólo el Papa puede aspirar a seguir al frente del negocio con la senectud por bandera.

Eso sí: cuando todo el pescado estaba vendido, resulta que son los viejos los que van a sacar las castañas del fuego prolongando un par de años su periodo de cotización. Y todavía habrá quien critique la medida alegando que con 65 años ya se es muy mayor para trabajar. Con 65 años se está harto, que es distinto. El derecho es al alivio, no al RIP. Digo yo.

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