Surrealismo

La Junta multa por verter agua sin depurar al río Guadalhorce y cobra un canon por autorizar los vertidos

Si introducimos en un buscador las palabras "Málaga y surrealismo", en menos de un segundo aparecen 440.000 entradas. Nada excepcional tras la presencia del Museo Picasso, el Pompidou o el Centro de Arte Contemporáneo y los cientos de exposiciones, conferencias o encuentros que se han desarrollado estos últimos años entorno a este movimiento artístico. Y no es que los expertos se pongan de acuerdo en incluir a Picasso entre sus principales impulsores. Demasiado apegado a la realidad, dicen los estudiosos del genio.

Hay un precedente que casa los dos conceptos y con el propio pintor malagueño como protagonista indirecto. En la década de los 80, la delegación de Educación de la Junta decidió convertir en urinario parte del aula donde se asegura que Pablo Picasso niño dio sus primeros pasos como artista. Cuando acompañaba en ocasiones a su padre a clase. El colegio en que se ubicaba el aula, junto a la Plaza de la Constitución de la capital, crecía en alumnos y se necesitaban más aseos. Hoy es el Ateneo y el espacio pudo recuperarse y se puede presentar como leyenda o historia. Pragmatismo malagueño surrealista.

Hay que avanzar bastante en esas 440.000 entradas del buscador, a las que me refería al principio, para hallar ese apelativo en un titular ajeno a la cultura. El primero que aparece encabeza un comentario en un foro de coches, en 2014. Un usuario tachaba así al Ayuntamiento de Málaga. Lamentaba su ambigüedad en una ordenanza sobre animales domésticos. Incluía en un anexo sobre animales domésticos a los bóxer como una raza peligrosa. Sin embargo, no figuraba en el listado general. El afectado ya tenía apalabrado la compra de uno de esos perros y sospechaba que al final se traduciría en más dinero y burocracia. "Psicotécnico, seguro y licencia, qué papelón". Le contestaba otro usuario para consolarlo.

Esta semana el Foro de Saneamiento Integral acudió al mismo término, en su acepción de irracional y absurdo. Denunciaba que la Junta multaba a ayuntamientos de la comarca del Guadalhorce por verter aguas sin depurar al río. Lógico desde el punto de vista ambiental y una barbaridad que suceda en el siglo XXI. Pero el sarcasmo se origina cuando los alcaldes explican que sus municipios pagan entre 18.000 a 60.000 euros anuales al Gobierno andaluz por esa anomalía. Y que desde 2011 los usuarios también abonan a la Junta en su recibo del agua un canon para saneamiento, que debe destinarse a la puesta en marcha de proyectos de depuración, como los que están pendientes en la comarca desde hace una década. ¿Quién puede dudar de la plena vigencia del surrealismo pragmático?

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