Cuando Susana mandó votar a Pedro

Veremos si la dirección logra dar un vuelco a los resultados que se dieron en Málaga en las últimas primarias de 2014

Trabajo tiene por delante la dirección del PSOE de Málaga. En las últimas elecciones primarias del verano de 2014 tuvieron que esforzarse porque la militancia votara a un auténtico desconocido: Pedro Sánchez y ahora tendrán que pedirles a los mismos que se decanten por Susana Díaz.

Debo reconocer que un año antes de aquella fecha, el secretario regional de Política Institucional del partido sí me había citado el nombre del entonces ignoto diputado, que en 2013 había conseguido un escaño por Madrid gracias a la renuncia de Cristina Narbona, como uno de los grandes valores en alza del socialismo, capaz de alzarse con el liderazgo del partido. Acertó de pleno Francisco Conejo, que ahora será uno de los dirigentes que empleará todas sus fuerzas para evitar que aquél recupere la Secretaría General.

El caso es que en Málaga, Pedro Sánchez obtuvo 2.738 votos, el 59,15% del total de las papeletas de los militantes. Eduardo Madina, el enemigo a batir entonces por las huestes de Susana Díaz, acaparó 1.332 votos, un 28,78%, y finalmente el tercero en discordia, Antonio Pérez Tapia, 531 respaldos en las urnas, un 11,47%. La participación alcanzó, según los datos oficiales que suministró el partido, el 69,12%. Entonces el aparato presumió en privado que había conseguido el objetivo, colocar al frente al candidato escogido por la secretaria general andaluza y hoy su peor enemigo.

Si la militancia es tan dúctil que se deja aconsejar por su dirección o es un simple criterio matemático. La suma de los cientos de cargos públicos y su entorno (sólo en concejales en la provincia de Málaga hay 475), más los militantes colocados por el favor del partido agradecerán los servicios prestados cuando se celebren las nuevas primarias.

Otra cosa es el censo. Un veterano dirigente socialista, curtido en grandes batallas cuando el partido también estaba dividido en dos, guerristas y renovadores, se teme lo peor. Tampoco sería nada nuevo. Las historias que cuentan los más viejos del lugar van desde militantes que consiguieron dejar su parecer en la urna, aunque luego se demostró que habían fallecido, a afiliaciones masivas de última hora de trabajadores recién contratados en la Administración pública para darle un vuelco al control de alguna asamblea.

Pocos de los que conozcan este tipo de dinámicas internas se asustarán con lo que pueda suceder en estos meses en los que los compañeros se convierten en acérrimos enemigos. La izquierda tiene una larga tradición de pugnas fratricidas. En Málaga hay entre 5.500 militantes y 6.000. La cifra que me dieron al preguntar hace unos días. Veremos qué sucede.

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