La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Susana mete la pata

La corrección política no se extiende a los sentimientos religiosos. Hay barra libre para la blasfemia y la grosería

Aeste congreso, en cuyas primarias me dieron una hostia, hemos venido a ayudar, a aportar y a dar lo mejor que tenemos del PSOE de Andalucía", dijo Susana Díaz entre aplausos de sus compañeros el pasado sábado, al término de la primera jornada del congreso socialista, víspera por cierto del Corpus Christi. Pues entre las ayudas que preste y lo mejor que aporte y dé el PSOE de Andalucía a su partido y a España no figura, desde luego, la educación. Ni tan siquiera la más elemental. No me refiero a la educación en el sentido de "instrucción por la acción docente" o de "proceso de socialización y aprendizaje encaminado al desarrollo intelectual y ético de una persona", en la que vamos siempre en el furgón de cola, sino a la más elemental de cortesía y urbanidad. Ya sé que esta expresión irrespetuosa, si no blasfema, es de uso corriente, que la oímos mil veces cada día y que las más de ellas se repite mecánicamente y sin intención de ofender. Pero hay otras muchas expresiones groseras de uso común, algunas de mucho mayor arraigo en el castellano y prestigiosa genealogía literaria, que lo políticamente correcto prohíbe terminantemente decir bajo pena de linchamiento mediático, político y social.

Desgraciadamente, ni la ley ni la corrección política se extienden a los sentimientos religiosos de los creyentes. Aquí hay barra libre para el insulto, la blasfemia y la grosería. Por el contrario, según la Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid se considera infracción administrativa leve "utilizar o emitir expresiones vejatorias contra las personas o sus familias por su identidad y/o expresión de género en cualquier medio de comunicación, en discursos o intervenciones públicas o en las redes sociales". Y si no se retiran las ofensas se convierte la falta en grave reincidente penada con multas entre 200 y 20.000 euros. ¿Es censura prohibir la blasfemia y no los insultos a otras realidades o sentimientos? ¿Aquí no entra la libertad de expresión que se invoca cuando se agreden los símbolos y sentimientos religiosos? Hipocresía y doble moral se llama a esto.

La presidenta de la Junta de Andalucía, como todos los cargos públicos, debería dar ejemplo de corrección en sus expresiones. Salvo que podemitamente entienda que trasladar los modos más groseros a las instituciones es llevar a ellas la voz de la calle.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios