LA primera cadena de TVE ha recuperado en agosto el liderazgo de audiencia que había perdido a manos de Telecinco. Pero ojo al dato: logra el primer puesto con un 15,4% de espectadores. La propia Telecinco le sigue, con sólo 13,3% de audiencia, y Antena 3, con el 11%, completa el podio de las llamadas grandes cadenas generalistas.

¿Grande con sólo 15 de cada 100 televidentes? Vamos, anda. Más bien pequeña, aunque sea mayor que las demás. Esto es consecuencia de un fenómeno que se veía venir hace años, a saber, la extraordinaria fragmentación de la audiencia televisiva. Se acabó el tiempo en el que el consumo de televisión se reducía al hecho simple de encender el aparato y sentarse a ver todo lo que emitiera la cadena de costumbre. Este automatismo sólo funciona ya en la sociedad rural y entre las personas mayores.

En los grandes núcleos de vida urbana o urbanizada las cosas son de muy otra manera. Los avances tecnológicos y la diversificación del ocio han hecho que el urbanita accione el mando a distancia con prodigalidad, siempre a la búsqueda del programa concreto que le interese por cuadrar mejor con sus gustos o sus circunstancias. No existe la fidelidad a una u otra cadena. Proliferan los canales temáticos, adaptados a los deseos, obsesiones o manías de cada cual, incluso a los más inverosímiles. Nunca ha sido mejor aplicado el dicho de que hay gente pa tó que refiriéndolo al panorama televisivo actual. Se impone la especialización y, por tanto, la atomización de la demanda de televisión, que implica a su vez una oferta fragmentada.

La tendencia irá a más y viene a derruir el argumentario de todos los gestores de televisiones públicas en los últimos veinte años: necesitamos mucho dinero para poder competir con las privadas. Con él han convencido a las autoridades autonómicas y municipales -obsesionadas con disponer, cada una, de su juguete audiovisual- de que les entregasen miles de millones de euros para emitir mañana, tarde, noche y madrugada exactamente la misma programación, bien o mal copiada, que las cadenas privadas, creando segundos y hasta terceros canales de audiencia imperceptible (el de Andalucía, por ejemplo, obtuvo en agosto un 1,9% de share, el catalán un 1,5%, el gallego un 0,8%, el valenciano un 0,3% y así sucesivamente) y olvidando por completo los objetivos de servicio público, información y cultura que figuran en el frontispicio de todas las leyes que los alumbraron.

Si la emisora líder tiene un 15% de espectadores está claro que la lucha por la audiencia no debe continuar ni un minuto más para las televisiones regionales y locales. Es hora de que dejen de despilfarrar el dinero de todos, se reordenen y respondan por fin a la filosofía para la que nos dijeron que fueron inauguradas a bombo y platillo.

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