Aver: tenemos un presidenciable de la Generalitat de Cataluña dispuesto a ejercer el cargo vía telemática. Y tenemos un presidente del Gobierno que ha sentado cátedra en eso del plasma y que manifiesta abiertamente que, si por él fuera, haría lo mismo. Un servidor es de los que consideran que el municipalismo es el campo idóneo para abrir camino, innovar y meter mano a la regeneración política. Así que me parece que en el asunto de la reelección (o no) de Francisco de la Torre como candidato del PP para la Alcaldía de Málaga se está pasando por alto una opción harto interesante. ¿Cuál es el problema respecto a De la Torre? ¿Los 76 tacos con los que comenzaría un nuevo mandato de imponerse en las urnas? Bien, pongamos esta cuestión a un lado de la balanza; en el otro, pongamos 18 años de gobierno local guiados a modo de cuestión personal, con un modelo claro de ciudad (todo lo discutible que se quiera, pero ése es otro debate, señora), una transformación del entorno urbano más que notable, la proyección internacional, la posición en los rankings esos que tanto gustan a los tecnócratas y jaleadores y los 14.000 millones de rupias que el turismo se dejó en la provincia en 2017, con la capital como motor esencial del burro. Honestamente, las garantías de continuidad que pueda ofrecer cualquier otro candidato no son ni mucho menos las mismas: el desequilibrio a favor de los pros es innegable. Ahora bien, ¿qué pasa con la edad de De la Torre? ¿Que se nos va a cansar? No parece. Pero si el hombre tuviera que relajar un tanto su frenético quehacer deambulante, no tendría más que adoptar el criterio Rajoy/Puigdemont y poner en marcha, en plan pionero, un programa de telealcaldía. Si se puede gobernar un país a base de plasma, si hay opciones de tomar las riendas de un gobierno autonómico mientras uno desayuna en Bruselas, entonces se puede ser alcalde de Málaga desde casa, o desde el despacho. Ya que nos han puesto monitores hasta en los guardarropas, De la Torre lo tiene fácil para estar en todas las inauguraciones y todos los plenos. Sin sacar los pies del brasero.

Que sí, ya sabemos que De la Torre es muy de ir a los sitios a saludar. Todos los oponentes que han osado atacarle con el argumento de que no conoce bien su ciudad han salido convenientemente escaldados. Pero algún sacrificio habría que hacer, hombre. Cuando Carmen Thyssen advirtió de que no tendría problema en dejar su colección en su museo malagueño siempre que De la Torre se mantuviese en la Alcaldía, también estaba dejándolo claro. Si hubiera un relevo, a ver qué dirían esos señores tan serios del Centre Pompidou de París, con los que nuestro de alcalde se lleva tan divinamente. A ver cuántos artículos nos iba a dedicar The New York Times para considerarnos la nueva Barcelona. A ver quién iba a lograr que Antonio Banderas insistiese en poner en marcha proyectos aquí de su bolsillo después de lo del Astoria. Si nadie se trabaja una alternativa mejor, quizá sea preferible un De la Torre virtual que pueda seguir diciendo aquello de Francia soy yo. Próximamente en sus pantallas.

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