La esquina

josé / aguilar

Estoy con Teresa y Kichi

ESTOY con Teresa Rodríguez y con Kichi, con los eurodiputados Urbán y Sánchez y con los 700 cargos municipales y autonómicos y cargos orgánicos: Podemos es participación. Así han bautizado a la iniciativa de recogida de firmas entre los militantes de Podemos para revocar el proceso de elecciones primarias convocado en este partido para votar a sus candidatos al Congreso de los Diputados.

Lo más probable es que no consigan frenar las primarias por falta de apoyos suficientes para forzar un referéndum de las bases, ya que tienen enfrente a Pablo Iglesias, el líder indiscutible de la organización. Pero razón llevan. Si yo estuviera en Podemos, volvería a mis tiempos de abajofirmante... en favor de las causas perdidas.

Para cumplimentar la ficción de que en Podemos hay democracia interna y participación de la militancia -no como en la casta-, Pablo Iglesias ha hecho que el Consejo Ciudadano Estatal apruebe unas primarias formalmente democráticas y participativas, pero que en la práctica ratificarán lo que él decida y colocarán como diputados a los que él señale con su cabeza omnisciente y su dedo omnipotente.

Aparte de celebrarlas deprisa y corriendo, con plazos tan ajustados que no da tiempo a que se organicen los disidentes, el trágala de Pablo consiste en la imposición de la circunscripción única, de modo que una hipotética lista alternativa tendría que buscar 350 aspirantes y pelear con la lista oficialista, de otros 350, encabezada por el líder con toda su capacidad de arrastre.

Para completar la faena, serán los propios electos los que escojan por qué provincia se presentarán como candidatos a diputados en las elecciones generales. La dirección intervendrá, en todo caso, para asegurar la paridad en las listas provinciales. Un cheque en blanco, en definitiva, para quien lidere la lista vencedora (¿alguien duda de que será Pablo Iglesias?). Un siglo luchando contra los parlamentarios cuneros, paracaidistas de la dirección en territorios que ni conocen, para acabar implantando un mecanismo que bendice la figura del cunero y deja a los militantes con tres palmos de narices. A aplaudir y hacer campaña por el candidato impuesto desde arriba.

Vuelvo a preguntar: si Pablo Iglesias trata a sus compañeros con esta mezcla de despotismo ilustrado y concepción piramidal del partido, ¿cómo trataría a los adversarios y ciudadanos en general si llegara a gobernarlos? Esto tiene una conversación.

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