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Rafael Padilla

Tiempo de absurdos

COMO en el disparatado final de la talentosa película Amanece, que no es poco, también en la economía europea está empezando a salir el sol por el oeste, a quebrarse toda normalidad y toda lógica. Esta semana, por ejemplo, hemos asistido a una circunstancia insólita, verdaderamente incomprensible si no fuera por la desconfianza y el pánico ahora reinantes: el pasado lunes, por primera vez en la historia de la Eurozona, Alemania ha colocado 3.900 millones de euros en letras a 6 meses, a un interés medio del menos 0,0122%, con rendimiento negativo pues, o, dicho de otro modo, cobrando en vez de pagando por el dinero que le prestan. Así, según se calcula, el Tesoro alemán obtendrá una ganancia de unos 242.000 euros por "permitir" que unos cuantos "privilegiados" alcancen el "honor" de confiarles su dinero.

Es cierto que idéntica situación ya venía produciéndose con cierta frecuencia en los mercados secundarios (aquéllos en los cuales se venden y compran los inversores entre sí). Pero es la primera vez en la que ese aparente desvarío se evidencia en el mercado primario, en el origen de la emisión. Y no es que hayan faltado aspirantes: la demanda de estas "apetitosas" letras ha superado a la oferta en 1,8 veces, un margen inusualmente amplio.

La pregunta se cae por su peso: ¿qué hace que alguien esté dispuesto a regalar su dinero? La respuesta, de todo menos simple, nos descubre una coyuntura realmente diabólica, en la que los nervios están venciendo a la cordura y el pánico muestra como deseable el cobijar el dinero en puerto seguro, aunque haya que pagar algo por el amarre, antes que exponerlo a un mínimo azar. En el fondo, el escenario temido que propicia estas conductas es el de un colapso total, el de un desastre perfecto que, hoy por hoy, no es, ni mucho menos, descartable. Hay, claro, otras posibles motivaciones (puede interesar a la banca tener bonos alemanes ya que, con las nuevas normas contables, ha de valorar la deuda poseída a precio de mercado y ésta, la alemana, es la más estable; puede, incluso, que estemos en puertas de una deflación, por lo que el interés nominalmente negativo acabaría no siéndolo); aunque, más allá de hipótesis sedantes, es el horror ante un panorama inmisericordemente catastrófico el que justifica decisiones tan heterodoxas.

Otros signos estrafalarios -entre ellos, el que los bancos europeos a los que el BCE prestó 489.000 millones al 1% en diciembre pasado, hayan depositado, en el propio BCE, por otra ventanilla de la que sólo cobran el 0,25%, esto es, perdiendo un 0,75%, 463.565 millones- revelan un razonamiento similar de precaución enfermiza, paralizante, suicida para ellos mismos y para la sociedad que necesita, con extrema urgencia, la llegada fluida de sus fondos.

Síntomas de un tiempo absurdo y negro, en el que no logra sobrevivir ni el mismísimo sentido común.

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