La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Títeres catalanes

El presidente del Gobierno se reúne hoy con el secretario general del PSOE y el jueves lo hará con el presidente de Ciudadanos "para hablar de la situación en Cataluña". Si no fuera porque el último de los tres partidos es una novedad a esta noticia se le podría poner la fecha que se quisiera, dados los muchos años que Cataluña da por saco al resto de España (si, lo sé, mejor dar por saco, chantajear y dar golpes de estado incruentos, bufonescos y en cámara lenta que dar tiros en la nuca como han hecho los terroristas vascos hasta hace sólo ocho años). Y no sólo se podría fechar la noticia en cualquier año de nuestro inmediato pasado democrático, sino en los años 30. Sólo faltan tres años para que ERC cumpla un siglo y con ella la proclamación de la República Catalana por Macià en abril de 1931.

Cien años después, que ya son, ERC sigue con la misma tarara y en unión de la derecha nacionalista de Junts per Catalunya, hecha con los restos corruptos de Convergencia, y con el apoyo por omisión de la extrema izquierda de la CUP -buen reparto independentista al que podría sumarse Putin después que los servicios secretos alemanes se hayan mostrado "preocupados" por el apoyo ruso al independentismo catalán- han colocado al títere del títere como presidente de la Generalitat. Es decir, el títere prófugo Puigdemont manejando al títere vicario Torra. Existe una vieja tradición de la caricatura política en la que del brazo de un títere surge otro manipulado por el primero. Pues de eso se trata. Además ellos tienen tradición propia, porque son muy suyos: la del títere de guante catalán. Podría recurrirse también a las famosas letras marionetas de El Padrino, pendientes de sus hilos. Pero si tenemos esta tradición propia, ¿para qué recurrir a los Corleone aunque el reciente homenaje a Pujol pueda recordar el inicio de la grotesca El Padrino III?

De lo que se trata, como todos saben, es de -en palabras del títere vicario del títere prófugo- "trabajar sin descanso" para "construir una república catalana" naturalmente independiente. La cuestión es ridícula y grave a la vez. A veces pasan estas cosas. Ridícula por sus protagonistas. Grave por sus consecuencias. Por mucha cara de palo que ponga Rajoy diciendo una cosa ("vamos a apostar por el entendimiento y la concordia") y su contrario ("garantizo que la ley y la Constitución española se van a cumplir").

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