Tono menor

El mecenazgo privado, dedicado a impulsar y sostener la vida cultural, ha tenido y tiene poca proyección en Andalucía

El mecenazgo privado, dedicado a impulsar y sostener la vida cultural, ha tenido y tiene poca proyección en Andalucía. Hubo pocas experiencias de ese tipo cuando la nobleza vinculada al mundo agrario dominó durante siglos la economía de la región. Y la alta burguesía que, en los siglos XIX, XX XXI, ha contado con suficiente poder y dinero no se ha sentido tampoco demasiado atraída por tales quehaceres. Con raras excepciones, una y otra, han vivido encerradas en sus propias costumbres, entre las que no entraba compartir o destinar parte de sus beneficios a empresas relacionadas con el mundo de la cultura. Quizás no haya sido tanto falta de generosidad como carencias de estímulos, ejemplos y cauces. A lo que deben añadirse las tradiciones religiosas que han canalizado por otros derroteros a los posibles donantes andaluces. Tampoco ha existido por el sur esa tendencia nórdica del indiano y del montañés enriquecidos -un tema muy recurrente en novelas y zarzuelas- que regresaba a la patria chica y quería redimirse erigiendo en su pueblo una institución benéfica, una biblioteca o un museo, que hiciera perdurar su nombre.

En las últimas décadas, algunas empresas privadas han puesto interés en ayudas y patrocinios puntuales, pero hay que aceptar que, en general, en Andalucía, han existido pocos hábitos a este respecto. Y los poderes públicos y la legislación apenas han alentado las disposiciones particulares hacia el mecenazgo. Por fortuna, durante un cierto tiempo, las cajas de ahorro locales llenaron ese espacio de actividades públicas destinadas a difundir el arte y la cultura. Sus estatutos las obligaban a realizar esa función, pero los tropiezos económicos -por llamarlos de una manera suave- de la mayoría de ellas en los últimos años, han privado a los andaluces de unas fuentes que cumplían en la mayoría de los casos con estos objetivos. Por eso, la publicación reciente del libro de poemas de Antonio Cáceres, Tono menor (editorial Canto y Cuento), al mismo tiempo que lo leíamos, nos ha recordado, con justificada nostalgia, aquellos años en los que su autor dirigía las actividades culturales de la Fundación El Monte. Con loable independencia y atinado criterio supo elegir los vacíos que, dentro de sus medios, era posible colmar. Prefería siempre la cultura de aparente "tono menor" (como el simbólico título de su espléndido poemario), que lejos de la fácil retórica y el llamativo espectáculo, era la que Andalucía, en aquellos momentos, más precisaba.

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