LAS torpezas han sido de todos los colores, y las ha habido tanto del lado de Aguirre como de Rajoy. Han sido torpes hasta decir basta, lo que ha provocado que los socialistas se froten las manos ante tanto disparate, ante tanto dislate.

Se equivocó de forma estrepitosa Esperanza Aguirre cuando dijo que no tenía pensado en ese momento presentar una candidatura alternativa pero no descartaba hacerlo. Un político se define, dice sí o no, pero no se apunta a la ambigüedad. Y se equivocó Rajoy de forma estrepitosa cuando dijo aquello de que el que quiera puede irse al partido liberal, porque aunque ahora dicen los suyos que no personalizaba, estaba señalando a Esperanza Aguirre con los dedos índice de las dos manos.

Uno y otro han hecho intentos este lunes de apaciguar las cosas, de calmar las aguas, de dar una cierta marcha atrás en una situación que perjudicaba a los dos y perjudicaba a su partido, pero el mal está hecho y será necesario que pase un tiempo antes de que se olvide este rifirrafe.

El gran éxito de Aznar fue unificar al PP. Lo hizo con acierto y con habilidad, pues consiguió unificarlo a pesar de que dejó fuera de juego a la vieja guardia de Fraga y puso en marcha una renovación con todas las letras. La unión provocó una ilusión en el PP nunca vivida hasta entonces, y eso les llevó al triunfo del 96 y a la mayoría absoluta de 2000. En el PP desaparecieron las familias y todos sumaron esfuerzos para potenciar el partido, sin fisuras, sin peleas internas. Y se ha mantenido así tras la derrota del 2004... pero el segundo fracaso electoral de Rajoy ha echado por tierra ese espíritu constructivo, apareciendo las rencillas personales y las ambiciones de los distintos equipos.

La militancia del PP, y sus muchos millones de votantes, no merecen estas luchas, estas descalificaciones, estas frases hirientes. Han pasado carros y carretas y, sin embargo, continúan firmes en su decisión de trabajar por un proyecto que se convierte un día en un programa de gobierno. De gobierno de Rajoy o de quien sea, pero de gobierno del PP. Y los dimes y diretes, los quiero y no puedo, las insinuaciones y los ataques al compañero del mismo partido, lo único que provocan es debilidad dentro del PP, desilusión en su militancia... y un posible nuevo fracaso electoral, tanto en las autonómicas vascas, catalanas y gallegas, como en las europeas.

Lo mejor que podían hacer los dos es reconducir la situación y llevarla a su origen: no hay que demonizar a Esperanza Aguirre si quiere presentar su candidatura, aunque debería anunciarlo de una vez, en lugar de transmitir la sensación de que quiere pero no está segura de conseguir el respaldo suficiente. Y Rajoy, por su parte, debería recoger velas verbales, porque todos son necesarios en el PP.

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