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José asenjo José asenjo

De la Torre otra vezDe la Torre otra vez

Hay razones para pensar que las municipales de 2019 profundizarán en el cambio ya iniciado en 2015Hay razones para pensar que las municipales de 2019 profundizarán en el cambio ya iniciado en 2015

Afirmaba W. Churchill que "la alternancia fecunda la democracia". Una idea compartida por todos los demócratas, sobre todo, cuando vemos a nuestro adversario eternizarse en el poder. El PP se explayaba en las virtudes de la alternancia cuando Felipe González sumaba catorce años en el Gobierno. Por no hablar de la escandalosa anomalía democrática de los 19 años de Manuel Chaves en la presidencia de la Junta. Justamente los mismos años que llevará Francisco de la Torre en la Alcaldía cuando vuelva a presentarse a las elecciones, con la sana intención de sumar cuatro años más. Habrán cambiado de opinión. Aznar fue consecuente con lo que predicaba, aunque no sabemos si era consciente de que lo hacía en el desierto. Nadie se acuerda de aquel gesto; en realidad se le recuerda por todo menos por aquello. Si hay que poner un pero a la decisión de De la Torre, no es por su edad, sino porque después de tantos años en la Alcaldía parece que haya adquirido un preocupante sentido patrimonial de la institución. Cuando justifica su continuidad por ser "lo que debe hacer por la ciudad", nos está diciendo que no puede abandonar un cargo para el que se considera insustituible. Es evidente que ama la ciudad tanto como ser su alcalde.

Quiere seguir, aunque eso lo deberán decidir los malagueños. Algo que parece menos claro que en elecciones anteriores. Según las encuestas, parece que disminuye el flujo de quienes votan al PP por preferir la enfermedad al remedio. La corrupción apenas si les había afectado pero, sumada ahora a un malestar generalizado en buena parte de su electorado, puede acabar convirtiendo la lluvia fina en diluvio. Fueron los escándalos de corrupción y su enorme impacto mediático lo que puso fin, en pocos años, a la hegemonía socialista. El primer peaje lo pagaron en las municipales de 1995, en las que el PSOE perdió casi todas las alcaldías. En realidad el electorado no castigó la gestión de los distintos gobiernos municipales: aquellos comicios locales reflejaron la pulsión de cambio que se había instalado la sociedad española. No creo que la historia se repita. Pero hay razones para pensar que, en las municipales del próximo año, los electores puedan castigar la inacción, el conformismo y la debilidad de un Rajoy incapaz de ponerse de acuerdo ni con sus socios. Hay pues razones para pensar que, para bien o para mal, las próximas municipales profundizarán en el cambio ya iniciado en 2015.

AFIRMABA W. Churchill que "la alternancia fecunda la democracia". Una idea compartida por todos los demócratas, sobre todo, cuando vemos a nuestro adversario eternizarse en el poder. El PP se explayaba en las virtudes de la alternancia cuando Felipe González sumaba catorce años en el Gobierno. Por no hablar de la escandalosa anomalía democrática de los 19 años de Manuel Chaves en la presidencia de la Junta. Justamente los mismos años que llevará Francisco de la Torre en la Alcaldía cuando vuelva a presentarse a las elecciones, con la sana intención de sumar cuatro años más. Habrán cambiado de opinión. Aznar fue consecuente con lo que predicaba, aunque no sabemos si era consciente de que lo hacía en el desierto. Nadie se acuerda de aquel gesto; en realidad se le recuerda por todo menos por aquello. Si hay que poner un pero a la decisión de De la Torre, no es por su edad, sino porque después de tantos años en la Alcaldía parece que haya adquirido un preocupante sentido patrimonial de la institución. Cuando justifica su continuidad por ser "lo que debe hacer por la ciudad", nos está diciendo que no puede abandonar un cargo para el que se considera insustituible. Es evidente que ama la ciudad tanto como ser su alcalde.

Quiere seguir, aunque eso lo deberán decidir los malagueños. Algo que parece menos claro que en elecciones anteriores. Según las encuestas, parece que disminuye el flujo de quienes votan al PP por preferir la enfermedad al remedio. La corrupción apenas si les había afectado pero, sumada ahora a un malestar generalizado en buena parte de su electorado, puede acabar convirtiendo la lluvia fina en diluvio. Fueron los escándalos de corrupción y su enorme impacto mediático lo que puso fin, en pocos años, a la hegemonía socialista. El primer peaje lo pagaron en las municipales de 1995, en las que el PSOE perdió casi todas las alcaldías. En realidad el electorado no castigó la gestión de los distintos gobiernos municipales: aquellos comicios locales reflejaron la pulsión de cambio que se había instalado la sociedad española. No creo que la historia se repita. Pero hay razones para pensar que, en las municipales del próximo año, los electores puedan castigar la inacción, el conformismo y la debilidad de un Rajoy incapaz de ponerse de acuerdo ni con sus socios. Hay pues razones para pensar que, para bien o para mal, las próximas municipales profundizarán en el cambio ya iniciado en 2015.

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